Llega la Navidad y tomamos conciencia que Dios comparte la vida humana con nosotros, con sus gozos, alegrías, esperanzas, vicisitudes y problemas, se identifica con nosotros excepto en el pecado, nos manifiesta su amor y misericordia haciéndose camino, nos libera del poder que el mal tiene sobre la humanidad. Muere por nuestros pecados, nos redime a través de su sangre ofrecida al Padre y vence la muerte con su resurrección. Nos deja el más valioso regalo que es a su Espíritu Santo, compartiendo con nosotros para que podamos recibir la gracia y podamos santificarnos, con la esperanza de que se está formando un pueblo que compartirá la gloria eterna con Dios.
Las lecturas de hoy* nos muestran un Dios en familia, a Jesús compartiendo con María, una madre virgen, pura, humilde, creyente de las promesas de Dios, que conoce su Palabra y la medita en su corazón, que se entrega a su servicio con amor y dedicación; José, un hombre justo, que al principio no comprende cómo su prometida está esperando un bebé, pero que escucha a Dios, quien a través de un ángel le explica sus planes y acepta con amor y humildad hacerse cargo de la madre y el niño para contribuir con los planes de Dios. Le dice el ángel: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Dios se manifiesta constantemente en nuestra vida, en nuestro corazón, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en medio de los acontecimientos alegres y tristes, si somos atentos a su Palabra y lo recibimos en los Sacramentos, va penetrando a nuestro corazón y nos va haciendo conocer su voluntad en nuestra vida. A través de Jesucristo y del Espíritu Santo, nos libera del pecado que coarta nuestra libertad, nos roba la paz, y nos hace infelices, nos ilumina para que cumplamos la misión para la que fuimos creados y conquistemos la felicidad eterna con Él, en el bien, la bondad, la paz y el amor.
En esta Navidad, abramos el corazón al regalo que Dios nos da, su Espíritu Santo, perdonándonos y sanándonos y llenándonos de su gracia, misericordia y amor.
Nacimos para ser felices, gozando las cosas sencillas, viviendo las dificultades y problemas con espíritu purificador, ofreciéndolas a Dios, trabajando por la felicidad, la santificación de nuestras vidas, la vida compartida con Dios y los demás con alegría, paz, amor. Que la luz que brilló en el hogar de Nazaret, cuyos miembros se pusieron al servicio de Dios y de la humanidad, ilumine nuestra vida para que nos acerquemos cada día más a Dios.
¡FELIZ NAVIDAD!
*Mt 1, 18-24; Is 7, 10-14; Sal 23; Rm 1, 1-7
*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial
judithdepaniza@yahoo.com
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