Columna


Don Rafa el de Sola

ROBERTO BURGOS CANTOR

02 de agosto de 2014 12:02 AM

BAÚL DE MAGO

A quien primero oí hablar de las ideas económicas de Rafael Núñez fue a Adolfo Meisel. Pensé que la economía era de pocas exaltaciones y alguna que otra ironía soltada con pícara inteligencia, o gesto de sobrado. Así Child, López Michelsen, Bejarano, Palacio Rudas.

Meisel expuso su revisión de la desamortización de los bienes de manos muertas y mostró su efecto positivo en la economía de la época. Fue un juicioso análisis, con cifras, sobre uno de esos temas que en la paz de las convicciones archivadas quedan como verdades. El impecable raciocinio llevó a sus críticos a postular como efecto económico de la medida, la furiosa reacción conservadora y su costo para la educación laica y un Estado sin injerencia religiosa.

Para bien o para mal, la figura de Núñez sigue siendo un lugar de peregrinaje de los historiadores, políticos, y novelistas. No en vano se logra una Constitución que regule por más de un siglo la vida política. Lo particular es que sigue causando controversias. Las expresiones del presidente Eduardo Santos cuando veraneaba en el hotel Solymar, vecino de la casa caribe del pensador de El Cabrero. Lleras y su discurso sobre Aquileo Parra. Alfonso Múnera y su texto de ingreso a la Academia de Historia sobre el concepto de educación en Núñez. La novela de Carlos Villalba Bustillo. Y hay que esperar a los expertos en himnos y poemas.

Ahora se publicó una rigurosa investigación, con selección de escritos y prólogo claro, de Roberto Junguito. En dos volúmenes apareció en la colección Bicentenario, Archivo de la economía nacional, del Banco de la República.

Más allá de las reiteraciones a la creación del Banco Nacional, a su interés casi permanente sobre la moneda, y las concepciones que definieron la arquitectura del Estado con centralización política y descentralización administrativa; Junguito permite ver un pensamiento vivo y las tendencias de las preocupaciones económicas del Regenerador. El orden del material alrededor de los diversos desempeños, desde recién graduado de abogado, hasta sus viajes, las intervenciones en el Senado, los períodos presidenciales, y sus años en el retiro de El Cabrero, permiten una lectura provechosa, amena y con posibilidades de comprender nuestro complejo presente. Y también, cuánto se logró en medio de dificultades que parecían irresolubles.

No sé si me pone sentimental el viejo rincón de mis abuelos, pero a lo mejor los economistas de la Universidad de Cartagena ¿crearán un doctorado con el nombre de El Pensador? Quizá sería una manera de seguir tejiendo esta historia en la cual nos perdemos.

*Escritor
ROBERTO BURGOS CANTOR*
rburgosc@etb.net.co

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS