Columna


Educados para la Paz

ÁLVARO E. QUINTANA SALCEDO

24 de junio de 2016 12:00 AM

Al anunciar el cese de las hostilidades y la firma de los acuerdos de paz en La Habana, aún la incertidumbre nos asalta. ¿Y ahora que viene? Ahora es cuando comienza lo bueno, pues ahora viene nuestra parte.  Ahora es cuando lo pactado durante 3 años en conversaciones y diálogos, se llevará al campo de práctica. 

Y es que el fin del conflicto es una cosa, y la construcción de la paz es otra muy distinta. De hecho, la firma del acuerdo solamente involucra apenas uno de los tantos grupos alzados en armas que tenemos, incluyendo grupos paramilitares y bandas criminales.

Cumplir el propósito de los diálogos de La Habana es irse al terreno y plasmar en el día a día nuestras propias acciones de paz. Una de estas acciones definitivamente es educar a niños y jóvenes para la paz. Desde que se expidiera el decreto 1038 del 25 de mayo de 2015, los establecimientos educativos emprendieron el compromiso de discutir los mecanismos necesarios para sembrar la paz con la  ‘Cátedra de la Paz’.

Estas cátedras han sido y serán necesarias para promover de manera constante ejercicios colectivos de  análisis de las causas estructurales y coyunturales de los conflictos sociales, a la vez que colocan al estudiante en contexto con las posibles salidas y soluciones.

No hay mejor laboratorio para la construcción de paz que un aula de clases.  Un aula de clases es un pequeño micromundo en el que  se presentan conflictos, en el que convergen distintas culturas, etnias, estratos, personalidades e historias.      Es un escenario donde se asume y comprende desde temprana edad, que los conflictos son procesos naturales e inherentes en cualquier relación entre seres humanos.

Si a cada escuela, a cada universidad, se le dota herramientas concretas y reales para  brindar educación para la paz; cada sujeto pensante podrá afrontar críticamente su propia realidad compleja, y cada conflicto que pueda presentarse en su entorno.

Para ser educados para la paz debemos comprender primero en el aula de clases, que hacemos parte de un mundo multicultural en el que hay diferencias y que estas hay que aceptarlas. Para tener la Colombia que soñamos, el niño y el joven de hoy debe procurar un cambio de razones, de intenciones y de valores. Tal como lo dijo Rigoberta Menchú, Nobel de paz en 1992: “La paz es hija de la convivencia, de la educación y del diálogo”. Luego de la firma en La Habana, es el turno para que la educación siga haciendo su parte.

Docente Universitario
alvaroquintana@gestores.com

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