Columna


El 11-S en la UdeC

ÁLVARO E. QUINTANA SALCEDO

18 de septiembre de 2015 12:00 AM

Tal como lo están muchos jóvenes hoy día, reconozco que en el bachillerato no estaba seguro de lo que estudiaría al terminar. Al llegar al último grado  me debatía entre estudiar odontología o comunicación social. Para esos tiempos, no había comunicación social en ninguna universidad de la ciudad y mi papá no contaba con los medios suficientes para mandarme a estudiar comunicación a otra parte, ni siquiera a la más cercana; la Universidad Autónoma en Barranquilla. Entonces sólo me quedaba una opción. Debía presentarme en la Universidad de Cartagena.

Con mucha preparación y entusiasmo, pude entrar en el programa de odontología de la UdeC, siendo seleccionado de entre muchos más jóvenes que vieron desvanecer sus esperanzas de ganar un cupo, en la universidad que hoy por hoy, es reconocida como una de las mejores del país. 

Es triste saber que la educación superior en este país es un privilegio de pocos y que acceder a la educación pública, es un privilegio aún mayor. Es lamentable que las universidades públicas  seleccionen menos del 20% del total de aspirantes. Es así como lo que supuestamente ha sido creado para cerrar brechas y combatir la inequidad, puede convertirse en un instrumento más de reproducción de pobreza y desigualdad.

A los udeceistas nos llena de orgulloso ser egresados de nuestra Alma Máter. Como egresado no tengo todos los elementos para denunciar y probar casos específicos de corrupción al interior de la universidad. Lo que sí está probado, es que cualquier  institución pública en este país no está lejos de los vicios de poder, de las mañas administrativas y del monstruo de la corrupción enquistada que carcome las entrañas de los presupuestos públicos, con los cuales se podría hacer mucho más y en mayor proporción para muchos más colombianos.

Muy a pesar de la creencia generalizada de hoy día, de que los jóvenes “están perdidos”, que viven en la inercia de un rumbo indefinido  y que están inmersos en la vaguedad de sus propias complacencias, el pasado 11-S los jóvenes estudiantes de la Universidad de Cartagena rompieron su silencio. Salieron del confort para denunciar, para sentar una posición con respecto a lo que creen les está afectando. Que hay intereses políticos, dicen las directivas. Bueno pero ¿y quién no es político en todo el sentido ideológico de la palabra? ¿No tuvieron las actuales directivas sus intereses “políticos” en el proceso de elección?

No nos engañemos. Las preferencias, los favores, las redes de influencias y  los intereses paralizan el quehacer en la universidad. Ojalá lo que se inició el 11-S genere pronto una real oportunidad para el debate sano entre estudiantes y directivas, que sólo redunde en beneficios para el interés de todos en nuestra gloriosa y sempiterna Universidad de Cartagena.

 

 

Docente Universitario

alvaroquintana@gestores.com

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