Columna


El Ara San Juan

JOSÉ WILLIAM PORRAS

07 de diciembre de 2017 12:00 AM

El submarino argentino San Juan (S-42) tipo TR-1700, de fabricación alemana, entro en servicio en 1985, y tiene un máximo desplazamiento de 23,36 t, y su propulsión era diésel y eléctrica convencional con sistema ‘snorkel’. En agosto de 2007 ingresó al Astillero Ministro Manuel Domecq García, donde se le efectuó una reparación de media vida, consistente en el corte del casco, cambio de su planta propulsora, incluyendo los motores diésel, reparación de baterías y válvulas principales, y en el 2014 terminó las pruebas de mar. Hoy está desaparecido en el fondo de las aguas del mar argentino.

Diferentes teorías y especulaciones se han tejido alrededor de esta desaparición, que van desde una explosión causada por un torpedo externo, una carga de profundidad o sus propios torpedos, un incendio a/b, una falla en el sistema eléctrico por daño en las baterías (la más probable según lo reportado por el mismo submarino antes de desaparecer) o una falla humana (poco probable).

Independiente de lo que haya pasado, este suceso no solo me recuerda a los 300 espartanos que ofrendaron sus vidas en el paso de las Termopilas, sino que a los 44 tripulantes del San Juan los convierte también en 44 espartanos. La razón es que cada vez que zarpa una unidad cumpliendo una orden de operaciones siempre hay un riesgo de no regresar (mayor en un submarino), pero se zarpa es para hacer soberanía en aguas jurisdiccionales y para defenderla si es el caso. La razón de ser de un marino es esa, es un sacrificio callado, desprendido, dejando atrás familias y amigos, quienes siempre tienen la esperanza de volverlos a ver.

Pero también este accidente nos debe llevar a un profundo análisis y enseñanza en Colombia y lo que puede pasar con nuestra marina después del posconflicto. Primero, ya se habla de reducir el presupuesto en las Fuerzas Militares, lo que llevaría a que nuestras unidades o se les acorte su ciclo de vida (hoy nuestras fragatas y submarinos tienen más de 30 años de vida y están en perfectas condiciones gracias a sus diferentes mantenimientos), o sufran un accidente similar al ARA San Juan, esta vez por falta de mantenimiento y que finalmente la importancia de nuestra marina en el área regional se pierda, la que después de muchos sacrificios por décadas, se ha ido construyendo en el Caribe y Pacífico. Bien decía nuestro máximo héroe el Almirante Padilla: “El ejército puede organizarse en un momento, pero una marina necesita mucho tiempo y dinero y jamás he visto una nación que se quede sin ella aun cuando esté en paz con todo el mundo”.

El Ministerio de Defensa, Planeación Nacional, Ministerio de Hacienda y el Gobierno Central deben tener conciencia de esto y la nación velar porque no suceda. En los siglos XIX y XX tuvimos muchos agravios por no tener marina.

*Rotaremos este espacio para mayor variedad de opiniones.
COLUMNA MÓVIL*
jwporras@balzola.org

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