Columna


El arte de hacer negocios

RODOLFO SEGOVIA

14 de mayo de 2016 12:00 AM

The Art of the Deal es el libro publicado por Donald Trump en 1987. Tres décadas y un millón de copias después, aún se lee con provecho, un recuerdo de la era de “la codicia es buena”. Inspiró a una generación de empresarios. Permaneció 51 semanas en las lista de los más leídos del New York Times y es un clásico entre los libros de negocios. La revista Time escogió al multibillonario para carátula en 1989.

Las claves del asombroso éxito de Trump en la política -consideradas las barrabasadas que ha alcanzado a decir- están en esa temprana autobiografía gerencial. No le elegirán presidente de los Estados Unidos, aunque ya es un riesgo el que sea candidato contra una oponente con rabo de paja, pero quien quiera entender sus métodos y su carisma debe ver su libro.

Cuenta Trump como desde el gran ventanal de su apartamento en Nueva York vio poco a poco deshacerse la famosa pista de hielo de Central Park, mientras la ciudad malgastaba mucho dinero tratando de repararla sin resultados. Ofreció arreglarla, sin saber cómo lo haría. Rogó para que la ciudad aceptara. Fiel a aquello de que alguien sabe lo que yo no sé –uno de sus principios- contrató a los mejores: los canadienses. La pista la dejaron nueva, por debajo del presupuesto. Donald regaló sus ganancias para obras pías.

En las iniciales operaciones de propiedad raíz, los retos fueron el leif motiv, característica que extendió después con agresividad y ambición a reinados de belleza y reality shows. Innovar y el mercadeo son su fuerte. No hay sino que seguirle la pista a las Trump Towers. Sus ideas y su peinado pueden disonar, pero sin engañar sobre la efectividad con que ha emprendido –no sin traspiés- casi todo en su vida.

El exceso y la bombástica son parte del mobiliario. Es una forma de vender riesgos calculados y de acentuar perseverancia y seguridad en sí mismo, y de mimetizar un agudo sentido del cálculo. Todo parecería superficial, pero no si va con el deseo de aprender, y con reglas y principios de acción que le han permitido decidir con deslumbrante y eficaz rapidez. Un segmento frustrado de la aún mayoría blanca norteamericana, financiera y síquicamente golpeada por la Gran Recesión, cree que él puede arreglarle la vida y devolverla a cuando eran grande y ganó la II Guerra Mundial. Entiende que es quizá su última oportunidad.

Don Sancho Jimeno tenía algo de Trump en ambición y tenacidad. Se encumbró desde su hijodalgo origen militar y, después de casarse con tino, fue uno de los hombres más ricos de Cartagena de Indias, dueño de haciendas y esclavos. Fue gobernador encargado (1693-95) para que persiguiera a los cimarrones, a pesar de que ya en Cartagena y España se ventilaban otras ideas sobre el tratamiento a los esclavos escapados. Defendió con arrojo a su patria adoptiva contra los piratas en 1697. Nunca, eso sí,  pretendió postularse a Virrey.

rsegovia@sillar.com.co

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