Columna


El campo, la gran apuesta

RAFAEL NIETO LOAIZA

17 de septiembre de 2017 12:00 AM

Es contradictorio. Primero, la pobreza en Colombia, que es del 28%, se concentra, en especial, en el campo. Después, la FAO tiene a nuestro país en la lista de los siete con mayor potencial agrícola en el mundo. Como en apenas quince años habrá mil millones de nuevos habitantes en el planeta y se prevé una creciente demanda global de alimentos, podemos convertirnos en una despensa alimentaria por nuestra privilegiada ubicación y geografía.

Colombia tiene una vocación agropecuaria y piscícola indudable pero nunca la ha desarrollado. La discusión sobre el campo se ha concentrado en la tenencia de la tierra y esa visión reductora y parcial ha impedido ver los asuntos esenciales. Por supuesto, el objetivo deseable es que todos los campesinos sean propietarios, aunque tal objetivo no debe conseguirse a costa de aquellos que tienen una tradición incuestionable. Pero los temas sustantivos para hacer del campo un motor de generación de riqueza, empleo y superación de pobreza no son los de la tenencia sino otros.

Por un lado, es indispensable resolver los problemas de servicios públicos y acceso a través de vías secundarias y desarrollo de redes de energía y, sobre todo, agua potable y alcantarillado. Y desarrollar ambiciosos programas de distritos de riego. Por el otro, hay que eliminar los incentivos perversos que contribuyen a despoblar el campo. En particular es importante desarrollar políticas de vivienda gratuita, subsidios y mejoramiento específicamente de vivienda rural. Y hay que recuperar la seguridad en el campo, otra vez objeto de abigeato, secuestros y extorsiones a granel, y desplegar un combate sin cuartel contra los narcocultivos que han entrado a competir por la mano de obra en el campo.

También es necesario despolitizar y tecnificar las entidades del sector y hacer del Banco Agrario una institución para el campo y no para multinacionales.

Urge entregar doble titulación en las escuelas rurales como bachilleres y técnicos o tecnólogos agrícolas, proveer ofertas adecuadas en SENA, y fomentar las carreras de agronomía y asociadas.

Hay que adecuar la legislación laboral para evitar el acelerado proceso de informalización de hoy; apoyar el uso de BEPS para el ahorro para la vejez y microseguros para los riesgos profesionales; y en particular, que los campesinos no sean desvinculados del Sisbén sino permitir que solo sean suspendidos mientras que son contratados.

Ahora bien, ninguno de esos esfuerzos es suficiente. Son prerrequisitos. Primero, es fundamental un acuerdo nacional entre el sector privado, la comunidad de agricultores y ganaderos, y el gobierno, para hacer del agro el gran motor de desarrollo. Y después, apostar por las cuatro columnas esenciales para tener éxito: productividad, asociatividad, valor agregado y economías de escala. Son motivos de otra columna.

 

 

 

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