Acaba de concluir el “Parlamento de Escritores costeños” en nuestro corralito de piedra, que en esta oportunidad se lució con niños declamadores de 6 años, y damas adultas como yo, que apenas alcanzamos los sesenta años.
Este esfuerzo desde la provincia, tuvo el encanto de unir la música, la danza y la poesía. Hay que felicitar a Joce Daniels, organizador del Parlamento, por unir en una misma ciudad a narradores suecos, argentinos, peruanos, norteamericanos y, por supuesto, a las “cantaoras” y niños talentosos que “contaron” con su canto la vida alegre y al mismo tiempo difícil de sus terruños.
“El conde de la Taruya”, un hombre prudente pero activo, logra crear un ambiente cálido y fraterno. En medio de los avatares de esta naturaleza, logra sembrar paz y tranquilidad entre los escritores. Sublime enseñanza de humildad, para abandonar el ego que caracteriza a los narradores y la competencia desleal entre ellos.
Qué bonito sería que el año entrante, en el Parlamento en honor al maestro José Barros, el célebre autor de “La Piragua”, la misma que “partía del Banco, viejo puerto, a las playas de amor en Chimichagua”, regresaran muchos participantes más para llenar al Caribe de goticas de azúcar y sal.
El nombre del festival, la “Taruya”, honra a una de las flores silvestres acuáticas más hermosas. Ella crece en las ciénagas en la “Depresión Momposina”, al lado del Dique y en el resto del Caribe de agua dulce. Según nuestros narradores del trópico, esta hermosa flor color lila y violeta purifica, enfría y glorifica las aguas de plancton en sus raíces para alimentar miles de peces, cumpliendo así su deber de embellecer y perpetuar la naturaleza. ¡Oh Noble labor que no hemos superado los seres humanos!
¡Felicitaciones a Joce Daniels, vestido impecablemente de blanco, a veces con su gorrita!, por construir un festival lleno de diversidad y de alta calidad: todos los participantes llevaron revistas, libros, periódicos, cartillas, ponencias. El fruto completo de un año de trabajo. Todo ocurrió en Cartagena la fantástica, la pluricultural, pero falta más participación de los colegios y las universidades nativas, para que la semilla germine y nos rodee de flores y de frutos.
Preparémonos bien para el año entrante y esta hermosa flor sea impulsada por las corrientes, llevando en su largo camino “un ramo de flores, de color violeta, y en su viaje rítmico, la corriente la ponga a bailar con los remolinos y remansos una cumbia lenta para luego entregarse con amor paciente al mar Caribe. En estas cosas bellas de la madre naturaleza, radica el nombre del taller literario: “La Taruya”.
*Directora Unicarta
saramarcelabozzi@hotmail.com
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