Columna


El crimen de Samuel

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

20 de octubre de 2013 12:02 AM

Recientemente Cartagena se conmocionó por la muerte de Samuel Ortiz Montoya, presidente de la JAC de San José de los Campanos, vilmente asesinado en su propia comunidad. En las exequias el párroco lo definió como un servidor de tiempo completo; sus compañeros comunales como un excelente líder, capaz de poner la última piedrecita que hiciera falta; las autoridades como un hombre de diálogo; su esposa y sus tres niñas como el mejor regalo de Dios para ellas.

Samuel es un nombre bíblico que significa: “Al señor se lo pedí”. Es el acto de fe de Ana, la mujer de Fanuel, quien no pudiendo tener un hijo le rogaba a Dios que le concediera uno para entregárselo a Él y consagrarlo a su servicio. 

En sus exequias se alzaron clamores de justicia que subieron al cielo. En los rostros se reflejaba el dolor y la impotencia. Pensando en lo sucedido, viene bien preguntarnos: ¿cómo vamos a hacer en esta ciudad y en el departamento para poner la vida por delante?

Lo primero es reconocer que no saldremos adelante sin garantizarle la vida a quienes luchan y trabajan por hacer de Cartagena y Bolívar un lugar decente y seguro. ¿Por qué será que hoy, en nuestras terrazas, tenemos más rejas altas que aquellas mariapalitos que celebraban, diariamente, la cultura del encuentro? Una comunidad con más rejas que mecedoras ha perdido la confianza en sí misma.

Lo segundo es implementar todas las condiciones para un auténtico desarrollo de la ciudad y el departamento con justicia y oportunidades para todos. La responsabilidad social empresarial debe dejar de ser filantropía para ser esa construcción directa capaz de convertir la conciencia en proyecto; y la política pública no ha de llegar como un favor sino como la más legítima vigencia del Estado Social de Derecho.

Lo tercero es la necesidad de tomar posición desde la ética política. Un medio es moralmente bueno si participa del bien que se persigue como objetivo y lo genera. Y un medio es inmoral cuando produce lo contrario del bien buscado. Las Bacrim son la mayor tragedia de la ciudad y el departamento y parece que no hay cómo enfrentarlas. A ellas se les debe el aumento de las “nuevas esclavitudes” y del miedo. Destruyen jóvenes, acaban vidas, arruinan familias, erosionan comunidades, se oponen al estado de derecho y generalizan el terror. Amén de los pagadiarios. Mientras tanto dejamos pasar, noche tras noche, los noticieros de la muerte y madrugamos para rendir culto a la crónica roja. Steinbeck, en su obra Las Uvas de la ira, al referirse a los parias dice: “No son humanos. Un ser humano no viviría como viven ellos. Si fueran humanos no soportarían el verse a sí mismos tan desgraciados”.

*Director del PDP del Canal del Dique y Zona Costera

ramaca41@hotmail.com
 

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