Si vas a África, te darás cuenta que en promedio, las personas viven con el mismo nivel de vida, con las mismas carencias, con las mismas necesidades…como me dijo un nativo africano, “aquí todos somos pobres”. Pero si visitas Colombia y por ejemplo, arrimas a la fantástica, te encuentras con la siguiente fotografía: al lado (entiéndase pared con pared) de un edificio en la zona norte, donde cada apartamento está avaluado en más de dos mil millones de pesos, se encuentra un cambuche forrado de plástico donde vive una señora que lava ropa ajena y frita pescado en un restaurante de la boquilla para medio alimentar a cinco pelaitos que se turnan los zapatos para ir al colegio y que jamás tendrán los juguetes que el niño Dios le pone a sus vecinos.
Esa desigualdad es monstruosa y nos ha condenado secularmente a ser uno de los países más desiguales del mundo, lo cual hunde sus raíces en una misma fuente, la corrupción. Dicen los peritos que la corrupción le cuesta al país $22 billones de pesos al año, el triple de lo que la reforma tributaria recaudará. Y es que el problema no son los impuestos; el problema es que el recaudo no llega a su destino. En Estados Unidos toca pagar ‘taxes’ hasta por una bolsa de chocolates y no digo que sea el paraíso, pero la asimetría social no es tan abismal.
El verdadero hueco fiscal no lo ha producido la caída del petróleo, sino el implacable desangre de la corrupción. Es inexplicable que en pleno siglo XXI, en la Guajira se encuentren niños y ancianos muriendo en su propio desierto porque no hay agua, mientras todo el presupuesto de inversión y regalías son dilapidados.
Ya decía Don Quijote, el único dolor que no se siente es el dolor ajeno y mientras veamos a un niño con hambre rebuscando en la basura algo para comer y otros comiendo a la carta, habremos fracasado como sociedad.
Doce de las grandes civilizaciones del mundo desaparecieron por culpa de la corrupción. El desfalco en la salud ha causado más muertos en los hospitales que las balas de las FARC y del ELN juntas.
No es con nuevas leyes, no es con nuevos impuestos…es con la moralización del ser humano y la mirada hacia el otro, que salvaremos nuestra sociedad, de lo contrario, estaremos condenados a extinguirnos, porque no podemos construir un país diferente con gente indiferente.
*Abogada, especialista en Derecho Público y Ciencias Políticas.
*Rotaremos este espacio para mayor variedad de opiniones.
COLUMNA MÓVIL*
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