Columna


El exorcista

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

20 de diciembre de 2012 12:00 AM

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

20 de diciembre de 2012 12:00 AM

Como en la película de Hollywood “El Exorcista”, una madre nota cambios dramáticos y peligrosos en el comportamiento de su hija de 12 años. La niña presenta convulsiones, muestra enormes poderes sobrenaturales, desarrolla una gran fuerza física. Tanto que tiene que ser amarrada. Su madre cree que inicialmente se debe a los cambios hormonales relacionados con la pubertad. Los médicos sospechan que es una enfermedad en el cerebro. La niña soporta una serie de desagradables pruebas médicas. Cuando al final los exámenes muestran nada fuera de lo común, uno de los médicos informa que la niña tiene que ser llevada a un siquiatra. Es entonces cuando una serie de sucesos paranormales empiezan a aparecer y se dan cuenta que la niña esta poseída por un enorme demonio.
Como en el filme hollywoodense la ciudad de Cartagena esta poseída por un enorme demonio (llámese corrupción). Y de la misma manera como sucede en la cinta cinematográfica se han agotado todas las medidas posibles para lograr su aniquilación. La madre (llámese Presidencia) ante la gravedad de los eventos, propone sin duda practicarle un exorcismo, porque el demonio de la que es presa, es muy poderoso, y ni siquiera la autoridad de los sacerdotes (llámese organismo de control) puede acabar con él.
Este demonio está incrustado en las entrañas misma del paciente (llámese Cartagena) y cuya vida, que es de vieja data, empieza en el seno mismo del infierno (llamase clase política) y se extiende maléficamente en cada una de las dependencias distritales con un sinnúmero de pequeños diablillos (llámense empleados públicos) que le acompañan. Cuyo único propósito es desangrar la hacienda distrital, y de paso llevarse al infierno al paciente.
Es muy poco lo que el paciente se alivia ante el tratamiento de los sacerdotes (llámese organismos de control) porque el poder de este demonio es inconmensurable y porque está alimentado por el cuantioso tesoro distrital del que todos, infierno y diablillos y hasta sacerdotes se alimentan.
Y como resultado de esta diabólica alianza (llámese clase política y empleados públicos) se crea este demonio al que no se sabe cómo y por dónde atacar
Así, como en la película del director de cine hollywoodense, es muy poco lo que se puede hacer ante semejante poder, porque los sacerdotes han sido también presa del demonio y están igualmente poseídos.
Este enorme demonio con poder sobrenatural se burla de sacerdotes, le hace mofas horrendas al pueblo (llámese Cartagena) y le agrede. Y termina este padeciendo el mal de esta antigua y diabólica alianza (llámese clase política y empleados públicos), que ni el poder más divino ha podido exorcizar.
Pero al paciente poseído (llámase Cartagena), y como en el filme, era tal la posesión que se tomo también la producción de la película y empezaron durante el rodaje de esta a ocurrir una serie de fatídicos acontecimientos. Al igual que la ciudad donde una cadena de desafortunados eventos le ha ocurrido en los últimos tiempos. Su alcalde elegido popularmente y con grandes expectativas para la recuperación del paciente, se enfermo gravemente (tal vez también poseído), y ha sido sin fortuna reemplazado cuatro veces. Mientras tanto el demonio (llámese corrupción) hace de las suyas y ni la autoridad más omnipotente puede desendemoniar.

* Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

gabrielrodriguezosorio@hotmail.com

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