Columna


El gallo viejo

MAURICIO CABRERA GALVIS

24 de febrero de 2013 12:00 AM

MAURICIO CABRERA GALVIS

24 de febrero de 2013 12:00 AM

Con el lenguaje dicharachero que tanto gusta en la galería, el ex presidente que no quería dejar de serlo confirmó sus intenciones de volver a participar directamente en elecciones. “Si las circunstancias lo exigen, si al gallo viejo le toca volver a la gallera, hay que hacerlo”, declaró en su querida tierra antioqueña, donde trataba de promover a los ignotos precandidatos presidenciales del Puro Centro Democrático (PCD).
Como el ingenio colombiano es rápido y agudo, circula en la redes sociales la respuesta, también avícola, recordándole con el dulce cantar de mi Tolima esa guabina que dice: “Ya no canta el gallo viejo como cantaba primero, porque ha venido otro gallo, a cantar al gallinero”.
Pero la sabiduría de esta copla popular es contraria al caudillismo del exmandatario, quién no pudo cambiar la Constitución por segunda vez para perpetuarse en el poder, y que debe mirar con rabia y envidia como en el corral vecino el gallo Chávez, su antítesis ideológica y política, no solo se hizo reelegir cuantas veces ha querido, sino que cual moderno Cid Campeador, gana batallas y manda aun desde su lecho de moribundo.
En una entrevista reciente, Belisario Betancur dijo que él no había sido el mejor presidente pero sí el mejor ex presidente, refiriéndose a su alejamiento total de la política al dejar el Palacio de Nariño, para no inmiscuirse en los gobiernos de sus sucesores. Por el contrario, aquel gallo viejo buscó liderar la oposición a Santos, pero no con lo sesudos análisis y documentadas críticas que en su revista Nueva Frontera hacía el bachiller  Cleofás a los presidentes López y Turbay, sino a punta de los impactantes 140 caracteres de un trino.
La verdad es que desde su extrema derecha, el gallo viejo se siente obligado a volver a la gallera porque el gallo nuevo no era el que él quería, -hubiera preferido al pollo del AIS-; sin embargo le tocó apoyarlo a regañadientes, y cuando posesionado del gallinero no le empolló sus tres huevitos como había intentado ordenarle (¡qué fenómeno! un gallo con huevos), sino que hizo una buena tortilla y la sazona con algunas ideas liberales. El gallinero se le salió de las manos al anterior mandatario y el péndulo político en el país volvió de la derecha al centro.
Además, los gallitos que el ex presidente impulsa para retomar el gallinero no pasan de polluelos sin espuelas, muy capaces y preparados, pero sin mucha acogida popular. Desesperados ante la imposibilidad de trancar la reelección de Santos, porque tampoco les resultan los globos que tiran al aire, sin consultar a los interesados, con nombres como el general Naranjo o Luis Alberto Moreno, la opción que le queda al PCD es tratar de llegar al Congreso con un número significativo de representantes para poder hacer la oposición desde allí.
Para que la extrema derecha vuelva a ser una opción de poder, es indispensable que el gallo viejo encabece la lista al Senado y arrastre con su popularidad los votos que ninguno de sus seguidores podría conseguir.
Eso es lo que quiere decir volver a la gallera, pero él y los suyos no la tienen fácil porque como dice otro refrán popular, cada alcalde manda en su año.

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