Columna


El huracán

ALBERTO ABELLO VIVES

08 de octubre de 2016 12:00 AM

Los pobladores que habitaban el Caribe antes de la llegada de los conquistadores europeos sabían de la furia con que solían llegar los huracanes; a tal punto, que algunos investigadores han construido la hipótesis que esta fuerza telúrica llegó a ser una de las principales deidades del panteón antillano.

Fernando Ortiz (La Habana, 1881, 1969), en su obra ‘El huracán, su mitología y sus símbolos’ describe -con suficiencia- la valoración de este fenómeno natural por parte de los antillanos y las representaciones que éstos hacen, por lo temible y maléfico, del dios de la tempestad. Desde hace más de quinientos años se sabe que los huracanes son capaces de alterar la organización natural de la Tierra y de destruir a su paso el hábitat. Por lo irresistibles y devastadores, los indígenas se encerraban en sus bohíos esperando su paso portador de catástrofes.

El huracán Matthew pasó por el Caribe colombiano y trajo consigo lo imprevisible. Como antes, la gente se guareció sabiamente es sus viviendas el día que Colombia se la jugaba toda por el fin del conflicto armado. La catástrofe asumió la forma de la alta abstención y con ella el resultado mayoritario a favor del No en el país.

Los vaticinios sobre el plebiscito del 2 de octubre no se cumplieron en esta región, de la que se presumía una alta votación a favor del Sí, por encima de las otras regiones.

Días antes, el mundo volvía a mirar a Cartagena de Indias al ser la ciudad escogida para firmar los acuerdos de La Habana. El 26 de septiembre, embriagados de alegría, nunca pensamos que el huracán más temible de los últimos tiempos destruyera con sus fuertes lluvias, vientos y mareas la aspiración de ver refrendados los acuerdos en la consulta popular.

Durante los preparativos a ese lunes blanco, en la Plaza de la Aduana, en un acto simbólico organizado por el mundo de la cultura cientos de cartageneros respiraban fuerte por la reconciliación y la paz de Colombia e iluminaban su sendero para que ésta llegara pronto. Pero fue el huracán el que acabó con ese entusiasmo que ni las erráticas y peligrosas declaraciones de un líder religioso, al condenar como “rito satánico” a ese último evento, habían podido acabar.   

Así como es tiempo para visitar el ensayo de Fernando Ortíz sobre el dios de los vientos, en la medida en que nunca el Caribe colombiano se ha preparado para minimizar su impacto, también es tiempo para leer su ensayo sobre la santería y la brujería, comprender el significado de éstos como práctica cultural y llenarse de razones para desautorizar a quienes desde un púlpito las consideran herramientas del comunismo.

Con los resultados del 2 de octubre necesitaremos mucha más respiración y luces a favor de la paz. Van mis aplausos a las marchas silenciosas y luminosas de los universitarios ocurridas esta semana.

Así como es tiempo para visitar el ensayo de Fernando Ortíz sobre el dios de los vientos, en la medida en que nunca el Caribe colombiano se ha preparado para minimizar su impacto (...)

PERIÓDICO DE AYER
albertoabellovives@gmail.com

 

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