Columna


El Limbo

CARMELO DUEÑAS CASTELL

22 de enero de 2014 12:02 AM

Según el diccionario es el borde de una cosa o estar distraído y como alelado. Kaleb y Daddy Yankee describieron a su manera ese estado.

Según la Iglesia Católica, el Limbo es el lugar o estado donde se encuentran detenidas las almas de los buenos esperando la redención del género humano y, también, las de los niños fallecidos antes del uso de razón, sin el bautismo.

El concepto, actualizado por San Agustín fue, durante siglos, motivó grandes discusiones. La misma Iglesia no ha certificado la existencia del Limbo y no deja claro a dónde irían las almas de los niños no bautizados. Su nombre está tan bien puesto que, a diferencia de otros lugares como el purgatorio o el infierno, el limbo no es un dogma, es tan solo una hipótesis teológica.

En su Divina Comedia, Dante dividió el mundo de ultratumba en tres, Infierno, Purgatorio y Paraíso. Para mí que, con esa gigantesca obra, puede compararse a Dante con un instituto de tierras, pues lo que hizo este genial escritor fue parcelar los 9 círculos del infierno, las cornisas del purgatorio y los 9 círculos del paraíso y luego magistralmente puso, en cada una de ellas, a quien se le antojó. Según Dante el Limbo es una parte del Purgatorio, tierra de nadie.

El Limbo es, también, la estrecha franja de tierra entre la mar Caribe y la bahía de las Ánimas y comunica la península de Bocagrande con la ciudad. En su elegante recuento histórico, Don Rodolfo Segovia nos muestra que, a principios del siglo XX, se pensaba que sería zona portuaria. Sin embargo, en los últimos cien años ha sido parque industrial, sede de la primera refinería colombiana, campo de aterrizaje, club y cancha de golf. Con el tiempo paso a ser una conexión vital entre la península y el Centro. Por décadas los vehículos se han nutrido allí de combustible. Es paso diario obligado y sitio de encuentro, allí me comí mis primeros helados en un extinto merendero.

Más recientemente, en el muelle, degusté la mejor salsa de jaiba que he probado. En el “mercado del felino”, durante varios lustros, miles de cartageneros y foráneos terminaron sus faenas y correrías de noctámbulos con un tentempié para comentar y festejar las ocurrencias de la pasada juerga.

También se convirtió en la parada matutina obligada de trabajadores y madrugadores para recargar fuerzas. Allí se han planeado o fraguado algunas de las cosas que se han hecho en la ciudad y se han cuestionado muchas de las tantas inconclusas o fallidas. Los contertulios han discutido de lo humano y lo divino. Por eso y más cundió el pánico entre la cofradía cuando sobre El Limbo se enseñoreó la amenaza del desalojo. Los aspectos legales y el futuro se los dejo a los doctos.

Para muchos, el hecho entraña el dolor nostálgico por perder algo que no sabíamos que teníamos y que hoy más que nunca, y como su nombre lo indica, esa estrecha zona de nuestras vidas esta en el limbo.

*Profesor Universidad de Cartagena


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