Columna


El nivel de la ingeniería

EDUARDO DURÁN GÓMEZ

09 de febrero de 2015 12:01 AM

Es realmente asombroso que en nuestro país ocurran con tanta frecuencia situaciones lamentables, en las obras de ingeniería que contrata el Estado para tratar de elevar el desarrollo y la calidad de vida de los habitantes.

Todos los días nos encontramos ante hechos lamentables, por no decir catastróficos, en que un puente recién construido se cae, en que se declara la caducidad de los contratos por manifiestos y descarados incumplimientos, en que hay que decretar prórrogas y más prórrogas porque las obras no avanzan, o porque los proyectos concluidos están lejos de garantizar una calidad adecuada o unas especificaciones acorde a lo esperado.

Todas estas situaciones se traducen en demoras interminables para disfrutar de los servicios, en despilfarro de recursos, en desgaste de la administración y en aplazamientos en las oportunidades para la población, y desde luego, para la economía.

Estas circunstancias nos mueven a pensar en que hay que elevar los requisitos en la contratación, en valorar mucho más la experiencia, y en apreciar por sobre todo la trayectoria de cumplimiento que han tenido las empresas que aspiran a la ejecución de las obras por cuenta del erario, pues todo lo que se haga va por cuenta a los impuestos que los ciudadanos pagan cumplidamente para que se traduzcan a la mayor brevedad en obras y en servicios.

Muchas empresas contratistas parecen especializarse en defraudar al Estado, y allí es a donde hay que apuntar, para que ni ellas ni sus socios puedan aparecer a través de las más diversas formas actuando una y otra vez saqueando las arcas oficiales y enriqueciéndose a costa de los contribuyentes.

Todos los organismos de control, deberían estructurar una causa común para perseguir hasta las últimas consecuencias a los contratistas inescrupulosos, ladrones como los llama el común del pueblo, para que no estén apareciendo por ahí, cada vez que necesitan llenar su codicia y sus bolsillos.

Así como a muchos políticos se les aplica la muerte política por sus equivocaciones o por sus dolosos actos, a los contratistas de mala fe también hay que aplicarles una muerte en la contratación, para que no vuelvan a aparecer por ahí, listos con sus enormes garras sobre los dineros públicos.

edgo01@hotmail.com

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