Columna


El otro pilar

CARMELO DUEÑAS CASTELL

13 de agosto de 2014 12:02 AM

Muchos quedaron abatidos al ver que la salud tampoco sería uno de los pilares en los próximos 4 años presidenciales. Entre tanto, otros aún esperan que la reforma a la salud resuelva las injusticias en el sistema.

No se entiende como Javier, propietario de un próspero negocio, ingresó a un hospital con un carnet del SISBEN para estrato uno. Es increíble que a Juan, de 59 años, le hayan retardado durante semanas el tratamiento para su hipertensión arterial, basado en  genéricos de bajo costo que prevendría complicaciones. El costo diario puede ser, máximo, de unos veinte mil pesos. ¿Será ahorro o desidia? Lamentablemente, por el no control de la presión arterial, Juan tuvo una hemorragia cerebral y estuvo en cuidados intensivos 16 días a un costo diario de más de dos millones de pesos. Sin embargo hay otros costos intangibles pero más graves para Juan y su familia. Al salir del hospital no podía hablar ni caminar. Su calidad de vida no será la misma. ¿Cuantos años de vida saludable perdidos? El manejo de estas secuelas genera unos sobrecostos al sistema entre cincuenta mil y cien mil pesos diarios por unas semanas, meses o tal vez toda la vida de Juan. Pero si fuera solo eso.

Marta, Jorge y Alberto son empleados de la salud, conocen el sistema, saben dónde dirigirse y cómo acelerar los paquidérmicos procesos. Sin embargo, han padecido en carne propia la parsimonia y lentitud del sistema de salud. Ante la tragedia emocional, personal y familiar del cáncer, les ha tocado recorrer el tortuoso camino de solicitud de citas, semanas de espera por una valoración, días eternos de angustia por una medicación que no llega, una quimioterapia aplazada o una remisión a Barranquilla para un estudio porque en la ciudad la entidad no tiene contrato. Y esto sabiendo que el cáncer le crece por dentro, que no espera a la próxima cita, que la destrucción inclemente no espera a la terapia. Si a ellos les, ¿cómo será el calvario del común de los mortales?

En los casos de Juan, Marta, Jorge y Alberto no se entiende esa estrategia perversa de no reconocer un derecho, de dilatar un servicio obligatorio para luego tener que pagar el alto costo de una complicación catastrófica en una atención por la cual ellos pagan y las entidades cobran.

Ustedes dirán que hay EPS que trabajan seriamente en promoción y prevención, con excelentes procesos que garantizan oportunidad, continuidad y calidad en la atención. Y tienen razón. Pero los cinco casos anotados son verídicos y no veo necesaria una reforma para que no sigan sucediendo. Por otro lado, está claro que si los pilares de

Santos funcionan la más beneficiada será la salud. Con paz no habrá muertos, con equidad y educación habrá prevención y casos como los anotados no volverán a pasar.

*Profesor Universidad de Cartagena
crdc2001@gmail.com

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