En tanto en el ámbito local su crecimiento se consolida, las transnacionales de la corrupción irrumpen en el mercado colombiano con “positivos” resultados: pingües ganancias, exenciones tributarias, seguridad jurídica, confianza inversionista léase y entiéndase, entre otras exigencias previas para el cabal y asegurado fin de su misión expoliadora.
Nada que dé en interferir, perturbar, incomodar, a los nuevos inversionistas en las rentas, presupuestos, bienes y servicios del Estado colombiano, susceptibles de negociar y derivar de unos y otros el mayor provecho en función de su criminal negocio, admiten ni toleran quienes ahora se quedan con buena parte de los impuestos que pagamos todos los colombianos, empresarios, trabajadores, profesionales, productores, consumidores.
La otra, ya lo sabemos, y consentimos sin chistar, se la llevan los cada vez más sólidos y bien protegidos carteles de la salud, la toga, los bulldozer, la hemofilia, el asma, el chance, los alimentos escolares, las ayudas humanitarias en tiempo de inundaciones, terremotos y avalanchas, el de los avales en estas calendas electorales, el del golfo en mutación permanente, los de la gasolina y las regalías, y otros aún en estado de hibernación mediática, pero en servicio activo y altamente productivo.
Y uno, el último, el más electrizante, el cartel de los subsidios eléctricos, agenciado por Electricaribe, a través de la transnacional española de la electricidad en la Costa Caribe colombiana que, a todo vino a esta colonia ultramarina de las indias americanas, menos a prestarnos el eficiente, transparente, continuo y permanente servicio de energía convenido en la concesión otorgada con largueza como merced a su matriz, Unión Fenosa, por el presidente de turno, Andrés Pastrana Arango, como gesto de sumisión, obediencia y gratitud, debidas al monarca de la metrópoli peninsular, por la conquista y el exterminio de nuestros aborígenes.
Y como recordatorio de que la colombiana siempre será tierra promisoria para el despojo, el latrocinio, la transgresión y violación de su soberanía por parte de los empenachados iberos en trance de pícaros y despojadores.
Y no solo no se equivocó nuestro mandatario, acertó: Electricaribe hasta de la luz nos ha despojado a los pobres, indefensos pobladores de los siete departamentos de la Costa, pues incluso con los subsidios que para abonar el desmirriado consumo de aquellos le pagaba el Estado, impuestos de todos por supuesto, se alzaron los muy aviesos pillos.
Y echar de ver que los interventores, controladores, auditores, comisionados, todos a una, sabían que tal estaba ocurriendo y ni por aludidos se dieron de que Electricaribe se alzaba, en contante y sonante, con $216.894.429.197, en su propia casa.
*Poeta
@CristoGarcíaTap
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