Columna


El pinillazo

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

22 de junio de 2014 12:02 AM

Eran las 8 de la mañana del pasado martes en Buenos Aires. En la habitación de su hotel, el magistrado Jorge Ignacio Pretelt Chaljub tarareaba la letra de un tango que había escuchado la noche anterior en “El viejo almacén”. Reza el tango: “Lo que hace falta es empacar mucha moneda, vender el alma, rifar el corazón, tirar la poca decencia que nos queda, plata, plata, plata y plata otra vez”. Los entendidos saben que es una estrofa de “Qué Vachaché”, una composición célebre de Enrique Santos Discépolo, el Pablito Flórez, según Pretelt, de la canción porteña.

De pronto, sonó el teléfono. Llamaban al magistrado monteriano de la Blu Radio para que se enterara y respondiera un cargo que acababa de dispararle su ex compañero Nilson Pinilla. Nada más ni nada menos que él, Pretelt, y su colega Alberto Rojas, no se sabía si “fallaban en derecho o por otra razón”. Agregó Pinilla que Pretelt quedaría mejor ubicado al sur de la Plaza de Bolívar que al norte, o sea, que tiene más pelaje de congresista que vocación de magistrado.

“Ché –contestó Pretelt –, decí que Pinilla es un fariseo, que se convirtió en mi acusador porque le reduje, en un fallo histórico basado en el “derecho viviente”, la jugosa pensión que le habían liquidado”. Pero no adujo otra actuación suya que, en cinco años de ejercicio, desmintiera el pinillazo que le revolvió las tripas durante los primeros fríos del invierno austral.

No conozco, en la Rama Judicial, otro antecedente de un funcionario  respetable y respetado como Pinilla que se atreviera a afirmar, con serena contundencia, que son móviles distintos a la interpretación y aplicación estricta del derecho los que inspiran el proceder institucional de dos magistrados de una alta corporación jurisdiccional, síntoma inequívoco de que la crisis de la Justicia merece revisiones que no se circunscriban a destrozar la estructura de un modelo, sino a mejorar la calidad de sus servidores.

Conmovió al ex magistrado Pinilla la impotencia en que se halla el país ante la falta de controles contra los extravíos que desfiguran la misión de los altos jueces. Y por último, precisamente porque el magistrado Pretelt fue llamado a interrogatorio ante la Comisión de Acusaciones, satanizaron hace unos días al representante investigador por hacerlo comparecer y lo denunciaron ante la otra Corte, la Suprema, con el fin de amedrentarlo y escamotear la investigación que le adelanta, junto con otro magistrado y tres conjueces, por un presunto delito de prevaricato.

Entonces, ¿de qué nos quejamos? Es que la Justicia tiene que ser selectiva cuando conviene a quienes encarnan las razones que sustituyen el derecho.
*Columnista

carvibus@yahoo.es
 

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