Columna


El poder

MIGUEL YANCES PEÑA

06 de octubre de 2014 12:02 AM

Muy temprano en la vida descubrí que todos necesitamos tener un cierto grado de poder, para evitar, que quienes lo tienen, abusen causándonos perjuicios. Esa teoría de que nuestros semejantes son justos, altruistas y considerados; y que el Estado a través de la policía, las superintendencias y la rama judicial nos defiende de los abusos de los demás, no es cierta.

No obstante, el poder, que yo creo necesario para servir a los demás, o evitar los abusos de otros, muchos lo utilizan para servirse a sí mismos (alimentar el ego o llenar las arcas), y para abusar de los demás. Es la degeneración del poder.
La reflexión que quiero hacer hoy, es la de cómo se configura un poder, independientemente de cómo se use este. El más primitivo y efectivo, a pesar de la retórica en sentido contrario, sigue siendo la fuerza, expresada físicamente, o a través de las armas, poder que puede ser usado para defenderse –el bueno- o para agredir o intimidar, el malo.

Le sigue otro más sofisticado, el dinero; que permite a quien lo posee doblegar la voluntad ajena, ya no mediante la agresión física o la intimidación, sino a través del premio. La primera potencia del mundo posee los dos, y quienes le compiten, le apuntan a esos tipos de poder: dinero y armas.

El tercero, lo es el conocimiento, que en su buen ejercicio, es utilizado para generar beneficios a los demás; y en el malo, para engañar a quien no lo posee. Y el último, muy de moda, es el poder que da las influencias, la rosca, el amiguismo (el de Santos) que también puede ser usado para bien o para mal.

Todos los demás son versiones sofisticadas de los anteriores. El poder del Estado (en sus tres ramas) por ejemplo, está subordinado al poder del dinero, no al de los votos como se cree; y usa el poder de la fuerza pública, el conocimiento, o las influencias, para hacerse sentir. La reelección, que tanto aspavientos ha generado entre la politiquería criolla, y que debería aplicarse también a los ente territoriales para reelegir nuestros gobernador y alcalde actuales, es una muy buena forma de darle un poder real a los votos. El de los medios de comunicación, que para conseguir se vale de la intimidación que produce ver los trapitos sucios al aire, o los beneficios que le produce a los funcionarios ver catapultada su imagen, es una mezcla de conocimiento e influencias. De manera que la lucha por la supervivencia, termina siendo la lucha por lograr alguno de los cuatro diferentes tipos de poder.

Se me escapaba el carisma, que es por sí mismo altruista, el más bueno de todos, porque se pierde cuando se degenera.
Seguiré pensando que el poder, fundamentalmente un atributo material que produce satisfacción en la medida que se use de manera altruista, es indispensable, más que todo, para contrarrestar su mal uso en contra de nosotros.

*Ingeniero Electrónico, MBA 
movilyances@gmail.com

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