Columna


El poder de la palabra

MAURICIO CABRERA GALVIS

20 de enero de 2013 12:00 AM

MAURICIO CABRERA GALVIS

20 de enero de 2013 12:00 AM

Los bancos centrales de los países desarrollados descubren el poder de la palabra como instrumento de política monetaria para intervenir en los mercados. Esa es la tesis del editor del Wall Street Journal al analizar el impacto de las declaraciones de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE) sobre las tasas de interés y los flujos de capitales en Europa.
Con solo anunciar que el BCE haría lo necesario para defender el euro, o que apoyaría con todo a los países en crisis, bastó para fortalecer el euro y para que bajaran las tasas de interés de los bonos españoles, italianos y portugueses. El BCE no tuvo que comprar un solo bono ni bajó sus tasas de interés, sino que los mercados reaccionaron ante la sola “intervención verbal”.
En la tradición judeocristiana la palabra no solo es profética sino que está investida de poderes cuasi mágicos pues hace realidad los sacramentos: confirma en la fe, absuelve los pecados, transforma el pan y el vino, o sella la alianza matrimonial. En otro contexto, Freud dio estatus científico al poder sanador de la palabra y la hizo el instrumento esencial de su método terapéutico.
Pero el poder de la palabra de los banqueros centrales no tiene nada que ver ni con las creencias religiosas ni con el psicoanálisis. Se explica por el “comportamiento de rebaño” de los analistas y corredores que compran y venden bonos, divisas y otros activos financieros. Todos ellos están pendientes de la mínima señal (por ejemplo, una intervención del banco central) que afecte los precios de sus activos y tratan de anticiparse, vendiendo si creen que bajará, o comprando si creen que subirá.
Todos lo hacen porque lo peor sería estar fuera del rebaño: si el anuncio resultó verdadero sacan pecho y alardean de cómo su habilidad de predecir les produjo ganancias; y si resultó falso y hay pérdidas, tienen la mejor disculpa: todos se equivocaron.
Así se llega al conocido caso de las “profecías que se autorrealizan”: cuando muchos creen que un precio, por ejemplo del dólar, bajará, todos venden y el precio baja, así no haya pasado nada que lo justifique. “En este pueblo va a pasar algo”, decía el cuento de García Márquez, y pasó, solo porque todos creyeron que sucedería.
¿Por qué en Colombia los anuncios del Ministro contra la revaluación no tienen efecto? Porque ha sido más fuerte y reiterativo el anuncio del Banco de la República de que está tranquilo con un dólar por debajo de $1.800. El mercado ha creído esta intervención verbal y por eso la tasa de cambio solo fluctúa 1% o 2% alrededor de ese precio.
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COLETILLA: Que la producción industrial cayera 4,1% en noviembre, a la vez que las ventas del comercio se incrementaban en 6,7%, es una demostración adicional del impacto devastador de la revaluación del peso: los consumidores compran más, pero productos importados que se abaratan con el menor precio del dólar.
¿Cuándo se convencerá el Banco de la República que debe anunciar que buscará una tasa de cambio de por lo menos $2.000 para evitar la quiebra de la agricultura y la industria? El solo anuncio movería el mercado.

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