Columna


El próximo

ÓSCAR COLLAZOS

02 de agosto de 2014 12:02 AM

SAL Y PICANTE

Lamentablemente, la ciudad parece no estar aún madura para elegir de manera consciente y responsable a sus gobernantes entre los mejores profesionales...
Falta poco para que se empiecen a destapar las cartas y se sepa quiénes serán los candidatos a la alcaldía el próximo año. Por ahora, los muros de la ciudad repiten un nombre nada memorable y algunos carros llevan un extraño nombre que parece un numeral.

Supongo que, en ambos casos, es una campaña de expectativa. Pero si uno charla con algún especialista en asuntos de la Plaza de la Aduana, aparecen nombres propios y futuras postulaciones, incluso la favorita de un controvertido líder nacional que movería sus alfiles en Cartagena.

Todo esto sería anecdotario barato si no fuera porque volverán otra vez a tener protagonismo los profesionales de la política fogueados en el honorable Concejo distrital, la institución donde se sabe dónde, cómo y con cuánto se consiguen los votos necesarios para ser alcalde, aunque a veces pierdan, una y hasta dos veces.
No les extrañe, entonces, que de allí salga uno de los aspirantes y ponga a funcionar su maquinaria electoral, a establecer alianzas con casas políticas, líderes de barrio y financistas de campaña que, por otra parte, esperan su parte en el pastel de la contratación.

Lamentablemente, la ciudad parece no estar aún madura para elegir de manera consciente y responsable a sus gobernantes entre los mejores profesionales, aquellos preparados para gobernarla de manera eficiente y dispuestos a rodearse de los mejores para salir del círculo vicioso que lleva de un alcalde malo a otro peor, de uno francamente incapaz a otro probadamente mediocre.

Construcción de liderazgo, eso es lo que ha faltado. Cartageneros honestos y capacitados no faltan. Lo que pasa es que el estilo de hacer política y conseguir los votos para cargos de elección popular es un negocio de turbias empresas y no el encuentro esperanzador de un líder con su pueblo. Se cree que si no es así, nada puede resultar.

Y no es cierto. Todas las sociedades tienen un punto de quiebre entre un pasado oscuro y un futuro luminoso. Y ese es el quiebre que ha estado esperando Cartagena. Aquí ha primado la voluntad de poder y después ha llegado una confusa voluntad de servicio, cuando debería ser al revés: formarse para servir y darse cuenta de que el poder político es un instrumento para hacerlo.

Hace poco me preguntaban si pensaba en alguna persona que pudiera empezar ese quiebre, necesario a la ciudad. Respondí que no lo veía en la clase política, causante de la perversión actual. Dije que veía esa posibilidad de liderazgo diferente en personas como el padre Rafael Castillo y en servidores públicos como el viceministro de Educación Julio Alandete. Seguramente hay más, tan necesarios como ellos. Son apenas ejemplos. Y de los mejores ejemplos.

*Escritor
ÓSCAR COLLAZOS*
collazos_oscar@yahoo.es

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