Finalmente el interés particular pudo lo que no el gobierno. Y no se trata de una excepción, es la regla general: las obras se presionan, y hasta se financian algunas veces, desde el ámbito privado.
Para empezar la arquitectura y la ingeniería, ausente en otras obras urbanas, son de admirar. El puente cruza el Canal del Dique (130 metros de ancho) sin ningún apoyo central, lo cual implicaba una incertidumbre en su capacidad de soportar carga (esfuerzos muy grandes en los extremos), y una gran complejidad en su construcción.
Sin embargo según se pudo observar en la construcción, las vigas de sección rectangular se colocaron con el lado más angosto mirando hacia abajo (imaginen una regla colocada de canto) para lograr un menor peso, un menor costo y una mayor resistencia al esfuerzo vertical que representa la carga vehicular. Y se fueron construyendo desde ambas orillas hasta encontrarse en el centro, sin otro apoyo que lo ya construido. Al crecer el voladizo, se hacía mayor el esfuerzo sobre la cimentación en tierra que hacía pensar que cualquier peso adicional la arrancaría, pero al final, ya unidos los dos extremos, la carga se transmite a las cimentaciones en ambos lados del canal, haciendo posible su sostenibilidad.
Admirable. Nunca antes en la ciudad, tal vez tampoco en el país, se había diseñado y construido un puente así. Estamos acostumbrados a vuelos menos largos, y apoyos intermedios que permiten ir colocando vigas prefabricadas entre ellos.
Con este puente la isla de Barú queda unida a tierra, y las mulas podrán transportar la carga desde y hacia el muelle que se construye en ella, imposible de hacer con los planchones que operan en la zona. Ha sido esa su razón de ser.
La población nativa y los turistas en vehículos, aunque tengan que atravesar toda la Zona Industrial de Mamonal y pagar peaje, lo utilizarán, y congestionarán aún más el corredor de carga que se quedó chiquito. Algunos, seguirán usando la vía marítima que es más atractiva pero más costosa e ineficiente, pero en términos generales aumentará el intercambio cultural y el comercio con la isla; se incrementará el turismo, la construcción y eso traerá progreso.
No obstante, para bien o para mal, los hábitos y las formas de ganarse la vida cambiarán; algunos negocios desaparecerán y otros aparecerán; la vida sana de los nativos se verá impactada negativamente por las de culturas más adineradas, evolucionadas y/o degradadas; y el medio ambiente, sino se protege (sin fundamentalismos para no frenar lo bueno) también puede ser impactado negativamente por los invasores citadinos.
El gobierno debe vigilar este proceso con el fin de que las nativos puedan acomodarse sin inconvenientes a lo que se viene. No hacerlo a tiempo, puede incrementar la población delincuencial de la ciudad.
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