Es equivocado razonar, negociar o criticar cargado de odio y con ímpetu vengativo. El rencor ciega e impide usar la inteligencia en desarmar la violencia o la radicalidad verbal para viabilizar en la política, el desarme.
La agresión o imposición –lo sabemos- genera en el otro reacción igual o mayor y le permite mostrar ante la colectividad o un tercero, al responsable de que siga el conflicto a superar.
La legitimidad se pierde o se gana según la conducta, el éxito o el fracaso depende de la precisión para manejar la diferencia.
Los ejemplos de sensatez cunden: el Tratado nuclear con Irán, las nuevas relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba o, en otro ámbito, las renovadas posiciones del
Papa o el proceso de paz de La Habana. En todos los ejemplos la oposición maximalista es derrotada, porque las soluciones son o serán resultado de negociaciones y aperturas, y los consensos nacen de discusiones y tejen acuerdos entre partes enfrentadas que se reconocen. Hay una regulada simetría de legitimidades acordada en una negociación, la que garantizan facilitadores y expertos en solucionar conflictos. Hay metodología sin improvisación.
Durante tres años, superando la oposición corrosiva y perversa, y en el fragor de dialogar y confrontar, desescalando el conflicto, se construyó la confianza para arribar al punto inamovible de la Justicia Transicional y la sanción, clave en el fin del conflicto.
Y arde a quienes quieren lo punitivo porque vengarse les importa más que las víctimas, la verdad, reparar y no repetir. Insisten en criminalizar sin criminalizarse, y pese a la evidencia, obtusos, se niegan a ver los avances y raíces políticas del acuerdo.
El inamovible del odio pretende ensuciar o ignorar la inteligencia invertida al pactar para todos los involucrados un sistema de Justicia para la Paz. Operarán Salas y un Tribunal, y a más verdad, menor sanción restaurativa o punitiva para quien mienta, calle u oculte. No habrá beneficios para los delitos de lesa humanidad y otros graves, y en la amnistía o indulto intervendrán los magistrados. El Gobierno y los partidos tienen que reformar la Constitución y expedir leyes, para en marzo de 2016 firmar el acuerdo y correrán 2 meses más en que las FARC dejarán las armas. Presidente e insurgente al darse la mano elevaron con su gesto el optimismo del pueblo colombiano.
*Abogado ambientalista y comunicador.
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