Columna


El retorno a la semilla

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

25 de marzo de 2014 12:02 AM

Una hermosa canción de Mercedes Sosa nos recordaba alguna vez que “uno siempre vuelve junto a aquellos sitios donde amó la vida”. Y no hay nada más cierto que ese regreso a las actividades que nos hicieron felices alguna vez y que la vida nos ofrece la oportunidad de volver a realizar ahora con un bagaje teórico donde se entrelazan las artes, las ciencias y la pedagogía.

Tal es mi situación actual: Después de 30 años de enseñarle a los adultos, he retornado a la dulce tarea de educar a los niños con canciones, adivinanzas, cuentos y versos que nunca se olvidan porque se graban en la memoria para toda la vida. Por ser hija de una maestra gringa que se atrevió a tener 9 hijos (algo insólito en ese país), aprendí desde niña a declamar, a cantar y a bailar en inglés, y me doy cuenta ahora que transmitir esas historias es la manera más expedita de ganarse el corazón de los niños que desean aprender un idioma extranjero para ir a Disney World  o, simplemente, para aprender todo un sistema de comunicación que les abre las puertas a otros mundos.

Pero igualmente importante son los regaños y las felicitaciones en inglés, ya que lo primero que se necesita es disciplina y responsabilidad de los pequeños estudiantes, con el acompañamiento de su maestra y su familia. Tal como lo ha planteado en años recientes el Ministerio de Educación Nacional es imprescindible que en todos los establecimientos educativos, desde el Jardín Infantil hasta la Universidad, los estudiantes sean capaces de leer y escribir en inglés en cada una de sus asignaturas desde las matemáticas y la geografía hasta lo mejor de la literatura universal.

¿Cuál ha de ser el sentido de enseñar a los niños otra lengua distinta a su lengua materna? Creemos que la enseñanza de un idioma extranjero es provechosa a nivel pre-escolar fundamentalmente porque permite a los niños adquirir una comprensión universal de la vida y, contrario a lo que pueda pensarse, ayuda al alumno a reafirmar su propia cultura y su propia identidad mediante un mecanismo de diferenciación. En otras palabras, ubica a un niño en nuestra “aldea global”.

El aprendizaje del idioma foráneo debe ser entonces lento pero seguro. Debe aportar al estudiante confianza, no confusión.

Por otra parte, la expansión de la cultura asiática ha volcado nuestra mirada hacia la China, como un modelo de desarrollo que  pica y se extiende hasta nuestras economías en transición, como las que se han unido en la “Alianza del Pacífico”. Hay que lanzarse también a aprender Mandarín en esta etapa de la vida en donde ya las cartas  están “echadas”… Leer estas cartas nos conducen a “leer” vocaciones tempranas y a orientar a los chicos hacia aquellos horizontes que le generan felicidad.

*Directora Unicarta

saramarcelabozzi@hotmail.com

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