Columna


El siglo de Sartre

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

01 de agosto de 2015 12:00 AM

Hace poco el talentoso Gustavo Méndez hizo una nota aguda y luminosa sobre Sartre y sus 110 años. A los muchachos de los años 60 nos cautivó la obra de este monstruo de la inteligencia, y continuamos atormentados por su prosa. Sus ideas, como las canciones viejas, no son solo lo que dicen, sino pasiones y momentos que se fueron. Tropezones en el pensar, luces en la penumbra. 

Sartre fue el filósofo que nos marcó. Todos bebíamos con pasión sus reflexiones seducidos por su pirotecnia. Fue el principal exponente del existencialismo, novelista, crítico, además de pensador y filósofo. 

La Nausea fue un rotundo triunfo como novela y como filosofía. Inventó literatura desobedeciendo su abecedario político. El patriota del proletariado se sintió muchas veces acosado por el patriota de la inteligencia.

Antes que un literato del cual surgen pensamientos, Sartre fue un pensador que hizo literatura. Pero primero es marxista y después es pensador. La lucidez es desplazada por el compromiso, la inteligencia por la catedral. Sin embargo Sartre continua su vasallaje intelectual;  es un Tomás de Aquino más completo, adorando una Biblia más anacrónica. Pero la Biblia Marxista tiene su Iglesia Comunista, y si el santo es repudiado por el Papa, el doctor Sartre lo es por el Partido Comunista. Se aceptan los textos pero no las voces que lo interpretan.

Lo atormentó conciliar la igualdad con la libertad y esta terminó sometida a un catecismo mamerto absurdo, con interpretación al pié de la letra, en una estupidez exegética.

La conciencia al ser nada, nos hace percatarnos de la posibilidad de elegir lo que seremos. Esta es la condición de la libertad humana. La elección de la acción también es una elección de sí mismo. “La existencia precede y ordena a la esencia”. Spinoza y Bergson lo precedieron.

Nos inclinamos a la libertad y somos culpables del “otro” genocidio. La igualdad o mejor las desigualdades, tienen nuestro consentimiento. Por lo menos  pasivo.

Sartre clamaba por un mundo que con notorios progresos, le da asco. Los conceptos y el espíritu son destrozados por la conducta. El nuevo catecismo confunde y desborda ideales que lo sustentan.

El partido puede despreciarlo y él sigue a su lado. Ha observado que la praxis es deficiente y la filosofía nula: el materialismo dialéctico es una abyección intelectual. Pero “a los desposeídos hay que darles la razón aunque sea contra la razón misma”.

Viejo de claridades, envuelto en “el conflicto” sigue adelante su trabajo sin disimularlo a distinciones académicas. Al repudiar el Premio Nobel, que a tantos perturba alcanzar, exclama: “parece que no me gusta tanto la m…. como dicen”.

Ha ensayado con verdadero éxito el ensayo de ser hombre “aunque el hombre sea una pasión inútil”. Sartre es ser contra la nada, y la indiferencia. ¿Pudo ser libre y Marxista a la vez?

abeltranpareja@gmail.com

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