Columna


El tesoro escondido

VICKY ZÚÑIGA A.

25 de junio de 2015 12:00 AM

¿Por qué me da melancolía la crisis del Museo de Arte Moderno de Cartagena? Dostoievski decía que un individuo debe tener por lo menos un buen recuerdo infantil que lo acompañe por la vida, como si fuera el silo de donde tomar la energía.

Ante el urgente anuncio “¡el museo no puede más!” (aun con la manita santa de su directora) los individuos que recordamos sus años brillantes, cuando dos de sus progenitores, Grau y Obregón, nos asombraban con sus obras y comportamientos provocadores (dejaban la sensación de que no habíamos experimentado hasta el fondo), cuando le bastaba existir, estar ahí, esculpido dentro del baluarte San Ignacio, anclado en sagrados terrenos de la Plaza de San Pedro Claver, cuando sus mágicas fiestas de arte insinuaban nuevos modos de felicidad contemplando los colores, los enigmas, los perfumes y los placeres de artistas y sus obras (los asistentes dejaban a un lado pensamientos y preocupaciones, encontraban nuevos modos de reír), nostálgicos de este pasado, que no ha dejado de irradiar (hace años desde allí no se recibe la inspiración de ninguna locura arrebatada), sacaremos energías para intentar que el museo goce de seguridad financiera, una razón de su desequilibrio.

También es sabido que los sueños tienen una intensa capacidad de contagio. En un acto de amor, a la memoria de mi madre, que en los muros del MAMC consagró su obra pictórica antes de morir, sobre todo por el retrato impresionista que pintó de mí cuando acababa la adolescencia (ese que detuvo emocionado a Enrique  -así llamaba con cariño al maestro Grau- “porque fue pincelado con magistrales trazos entre luces y colores”), o por otra razón, podríamos, todos, de alguna manera, afirmar nuestra simpatía, mostrar la mejor voluntad de ayuda para salvar el museo uniéndonos a la cadena de Amigos del Museo. Pero no corramos el riesgo de terminar como dispensadores de consejos prefabricados. El concepto de alianza es fundamental y para esto tenemos que empezar una relación inevitable con su junta directiva. Si no hacemos cuentas con ella arriesgamos que nuestras iniciativas sean largas, difíciles y arbitrarias.

Nada me gustaría más que conocer mejor todo cuanto está en la bóveda del Museo. Es un tesoro escondido. Por la capacidad amorosa de Fabio Aristizábal Ángel y su firma de corredores de seguros Sweet and Crawford, en Medellín (donadores de su plan de protección), se adelanta un inventario que permitirá con absoluta claridad, ver obras que nunca cambiarán, pero sí a sus espectadores, y, como una valiosa posesión muda, hacernos sentir que en Cartagena hay arte para revelarnos a la vista virtudes, perfecciones y tentaciones del mundo.

pepelin62@yahoo.com

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