Columna


El valor de las fiestas

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

12 de noviembre de 2014 12:02 AM

El día que un alcalde de Cartagena entienda el verdadero valor de las Fiestas de Independencia será el mismo día en que los cartageneros valgan como personas dignas y no como consumidores de un espectáculo vacío. Hasta ahora, noviembre ha sido el escenario donde el Concurso Nacional de Belleza reemplaza poco a poco a las Fiestas de Independencia con el completo apoyo de la alcaldía.

Nuestros funcionarios públicos sucesivos son los culpables de que noviembre se haya convertido en un catálogo de desfiles intrascendentes patrocinados por empresas de maquillaje y bebidas alcohólicas, hasta el punto de que ya no se sabe con exactitud en dónde empieza la identidad y en dónde acaba la publicidad.

Un alcalde que en verdad pensara revitalizar las Fiestas sabría que en el Concurso Nacional de Belleza no hay ningún mérito popular. Primero que todo porque resulta paradójico elogiar un reinado en una época donde se está recordando la emancipación de la ciudad frente a la monarquía española; y segundo, porque como evento privado que es, este concurso generalmente se realiza en espacios que propician la exclusión social: basta recordar que la coronación es a puertas cerradas dentro del Centro de Convenciones y que a ella sólo asisten las personalidades importantes de la farándula colombiana.

Pero Dionisio Vélez no quiere revitalizar las Fiestas, eso lo sabemos de antemano. Alguien que nombra a un bando como “Bando cívico-militar” no puede saber nada de méritos populares. Alguien que le da igual que se junten el reinado nacional con los desfiles independentistas jamás conocerá su ciudad.

Además, para “revitalizar” las costumbres se necesita coherencia histórica y eso es algo que Cartagena no tiene. Seguimos viviendo una añoranza por la monarquía y homenajeando todo recuerdo colonial: nuestro equipo de fútbol es Real, nuestra avenida principal se llama Pedro de Heredia, los picós son el Rey de Rocha o el Imperio, y hasta hemos levantado una estatua de Cristóbal Colón en la misma plaza donde exigimos la independencia.

Así estamos, creciendo en la contradicción. Mientras la violencia simbólica de los nombres, las estatuas, los reinados y los alcaldes siga en pie, esta ciudad no tendrá espacio para la memoria histórica, y mucho menos tendrá unas Fiestas de Independencia que reivindiquen nuestros valores culturales. Mientras un cetro de oro y una corona brillante sean el premio a la belleza no veremos nunca la estética de los carnavales.

Hoy, por culpa de una administración distrital que no se apropia con dignidad de su historia, nos toca soportar otra época novembrina que tiene más que ver con el mercado que con la cultura.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena

ORLANDO OLIVEROS ACOSTA*
@orlandojoseoa
orolaco@hotmail.com
 

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