Columna


El vaso medio lleno

RODOLFO SEGOVIA

19 de marzo de 2016 12:00 AM

El país está medianamente desbarajustado. Se percibe en los medios y redes sociales. Todos se indignan. El desbarajuste se anida en las Cortes, en los malolientes resquicios de la corrupción, en los embalses vacíos. Y como el desbarajuste asedia con bulla, habría que asumir que todo está desbarajustado. No es así.

Por lo arcano, el desbarajuste mas socorrido es el de la economía. La ciencia deprimente se especializa en diagnosticar desbarajustes, en general desde la óptica del vaso medio vacío. Las cifras de la economía colombiana son lúgubres y parecerían deslizarse más. Los guarismos no son un Milky Way. Empero, ya se observa el quiebre en el deslizamiento, redirigido por el acierto en el manejo de política económica.

Cinco años duró la fiesta. Se gozó y muchos compatriotas salieron de pobres. Se tuvo la ilusión de que fuera indefinida. Con el dólar tasado en revaluados pesos, el ingreso subió a US$ 8000 per cápita. Éramos más ricos que la autodesbarajustada Argentina. Fue un festín sin ahorros que destruyó aparato productivo cuando el peso fuerte restó competitividad. Y no se previeron absorbe-choques  para bajar de la nube.

Despuntó el día del juicio de la bonanza mineroenergética cuando grandes productores de petróleo dejaron flotar el precio del barril. Exportaciones que representaban casi el 60 % del comercio exterior de Colombia se redujeron a mucho menos de la mitad. El aporte del sector a los ingresos fiscales se redujo del 20 al 3 %. Pero la institucionalidad en lo económico reaccionó bien. El país no entrará en recesión.

La bendición de una tasa de cambio flotante lideró el ajuste progresivo. Es la señal para que el consumo se contraiga y se equilibren las cuentas externas. Su efecto no es el del interruptor de la luz; hay que darle tiempo. Para las importaciones se siente enseguida; las exportaciones no tradicionales necesitan tiempo para reposicionarse como proveedores confiables, después de años sin poder competir.  El déficit de la cuenta corriente (3,6 % del PIB) asusta, pero las remesas crecen y la inversión extranjera fluye. Las sólidas reservas internacionales no se han tocado.

El Banco Central atacó de inmediato las expectativas de inflación, creadas por El Niño y la devaluación, con sus instrumentos monetarios. Hacienda hizo lo prudente: si se reducen los ingresos hay que reducir los gastos. Los recortes presupuestales son creíbles. El déficit fiscal del 3,6 % es excesivo e inviable para mantener la Regla Fiscal, lo que hace inevitable una reforma tributaria, ojalá sensata, que aumente los recaudos en el varios puntos del PIB. 

Don Sancho Jimeno defendió Bocachica con vigor en 1697, pero sin prevenir el terrible shock: Cartagena la saquearon hasta la última palangana. Dos años después, arribó su nuevo gobernador, Juan Díaz Pimienta y Zaldívar, el mejor quizá de toda la Colonia. La ciudad renació. Siempre es mejor ver el vaso medio lleno.

rsegovia@sillar.com.co

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