Columna


Élites y exclusión marina

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

07 de marzo de 2017 12:00 AM

En las últimas semanas Cartagena fue protagonista de una serie de informaciones que evidencian su compleja realidad social y los absurdos que caracterizan su pasado, presente y futuro.

Haciendo alarde de poder, un sector de la élite local convirtió en problema de ciudad su rechazo a construir una marina en Castillogrande, y logró en cuestión de horas que la Presidencia de la República borrara de un plumazo las autorizaciones logradas a lo largo de varios años por sus promotores.

Con pechos henchidos y frote de manos, algunos líderes públicos y anónimos reafirmaron su fuerte influencia al “servicio de la ciudad”. La euforia no fue opacada ni con el anuncio que días mas tarde hiciera la DIMAR de un macroproyecto estratégico liderado por el presidente Juan Manuel Santos, que incluye un gran complejo en Bocagrande, con su propia marina. Los argumentos de inconveniencia estratégica, problemas de movilidad, sobrepoblación del sector y contaminación ambiental, desaparecieron como por encanto; ¿el rechazo inicial era entonces contra la marina, o contra quienes la realizarían? ¿Exclusión entre élites?

Las noticias sobre marinas coincidieron con otra refrendación de exclusiones, y que enrostró nuevamente la vergüenza social de la Heroica: basado en el estudio de Adolfo Meisel y Jhorland Ayala “La exclusión en los tiempos del auge: el caso de Cartagena”, Carlos Caballero Argáez, con su crónica en El Tiempo puso el dedo en la llaga eternamente abierta de una ciudad abismalmente desigual, con el segundo lugar en pobreza monetaria del país, pero la tercera con el PIB mas alto. Una realidad tan conocida como disfrazada, de desmedida concentración local de la riqueza, donde la exclusión se mantiene como constante en la “evolución” social.

¿Cual es el poder del que alardean las élites locales, y su real incidencia en la defensa y desarrollo de la ciudad, que no han podido cambiar el curso de tan aberrante paradoja?

El repunte local industrial, comercial, turístico y portuario, es contrario a la realidad social; las distancias parecen cada vez más grandes, y sus consecuencias impredecibles aún no generan alertas ni reacciones, como las que provocan las marinas.

Como para endulzar la nota amarga, desde la presidencia de la República, se confirmó el retiro de la Base Naval de Bocagrande, y comenzó a circular un ‘render’ que muestra en el sector una ciudad de futuro, con rascacielos, modernas construcciones, paseos peatonales y marinas.

El desarrollo de una ciudad supone mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, premisa con poco calado en una élite local que vive de espaldas a su entorno inmediato, con mentalidad marina de exclusión, que solo reacciona (con arrogancia de poder), cuando se siente afectada en sus propios intereses.
 

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