No solo le ha pasado a JM Santos, sino a muchos gobernantes. La historia está llena de estos casos. Y ha sido tan preocupante que un periodista llamado Pierre Accoce y el médico Pierre Rentchnick, escribieron un famoso libro que se llamo “Aquellos enfermos que nos gobernaron”.
La salud de muchos gobernantes les ha hecho tomar decisiones nefastas para su pueblo, en momentos de desequilibrio físico o emocional.
Freud advertía que algunos locos, visionarios, alucinados, intentaron desempeñar grandes papeles en la historia, casi todos desafortunados como el caso de Nerón, afortunados como es el caso de Bolívar, que en algún momento tuvo rasgos de delirios visionarios no exentos de cierta locura. En una misiva enviada a Santander en 1824 le dijo “Además me suelen dar de cuando en cuando unos ataques de demencia aun cuando estoy bueno, y pierdo enteramente la razón”.
Muchos gobernantes con salud mental deteriorada se empecinaron en seguir gobernando: por ejemplo, Farouk de Egipto era cleptómano y paranoico, tanto que le robó el reloj a Winston Churchill. Un día cualquiera se metió al zoológico y acribilló a varios animales. Carlos VI, de Francia, quien cayó en paranoia, mando a ejecutar a todos sus caballeros. El Sultán Ibrahim I, quien llevó al imperio otomano a la ruina, mandó a matar a todo su harem. Jorge III de Inglaterra, quien sufría de la terrible enfermedad de la porfiria, dirigió su gobierno sin rumbo alguno. Erick XIV de Suecia era paranoico y le temía a todo, asesinando a quien osara reírse de él.
Hitler por ejemplo histérico, hipertenso, y sufría del mal de Parkinson. Chamberlain tenía un violento cáncer de colon, que acabó con su vida y que afectó su decisión de no parar a Hitler a tiempo. Franklin Roosevelt llego casi moribundo a la reunión donde se negociaría la Segunda guerra mundial y cuyas decisiones, junto con las de Churchill, mermado y agotado, fortalecieron a un enérgico Stalin, quien dominaría la reunión, cuyas consecuencias alterarían el mapa mundial.
Luego Stalin, ya inmerso en un lastimoso estado de salud se convirtió en un dictador paranoico que sometió a su país a horrendas purgas.
Vale la pena entonces preguntarse no padecerá nuestro presidente Santos algún trastorno sicológico, de megalomanía.
¿No sería bueno que se hiciera revisar de un cuerpo de especialistas en trastornos de la mente? Sería sensato que el presidente Santos hiciese revisar su integridad emocional, ya que asumiendo su “desbocado” apostolado por la paz, ojalá no cometa un fatal error, cuando de esa decisión dependen millones de colombianos. Y como aconsejaba el Libertador; “son los ciudadanos sanos, más que las leyes los que hacen las repúblicas”.
GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO
gabrielrodriguez@ibrinmobiliaria.com
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