Columna


Esperando a Godot I

RODOLFO SEGOVIA

26 de octubre de 2013 12:02 AM

No alcanza a sainete, es apenas un entremés. Con todo, el presidente Uribe conjura una alta dosis de interés en los medios. Hueca es, sin embargo, la premisa  de que la convención programática de estos días vaya a seleccionar, tras convincentes discursos de los postulantes, el candidato creíble del Uribe Centro Democrático.

En vida de don Sancho Jimeno, campeón cartagenero contra los piratas en 1697, tuvo lugar un prolongado forcejeo por el trono de España. En esos tiempos, Carlos II el Hechizado, enfermo y enclenque, marchaba hacia la tumba sin haber engendrado heredero. Las cortes europeas daban vueltas y revueltas ensalzando los méritos de candidatos a la sucesión, esperanzadas con  poder influenciar la escogencia. Se sabía, empero, que los favoritos del rey moribundo estaban en la paga de Luis XIV y entronizarían a su nieto Felipe. A la postre, se fueron a las manos. La Guerra de la Sucesión Española ensangrentó a Europa durante  doce años (1701-13). Por estos lares hundió (1708) el galeón San José cargado del tesoros.

En Corferias no se prevén contusos, pero no deja de intrigar la sicología de candidatos que se desgastan en singular combate mientras el organizador de la justa guarda in pectore su preferencia. Méritos tienen a plétora, unos más que otros, lo que les hace falta son votos. Votos es la especialidad del patrocinador. Por lo tanto, no le ha quedado bien a los postulantes irse de la lengua para expresar disgusto con reglas del juego que Álvaro Uribe se ha cuidado mucho de bendecir personalmente. Para eso está Fabio. Como Godot, se hace esperar. Abróchense muchachos, el domador se reserva el derecho de cambiar de aro. Y nada de maniobras chuecas en el circo; las mangualas entre los postulantes descalifican.

El patrimonio político electoral es propiedad privada, cuya transferencia no está garantizada aun con la anuencia del dueño. Mucho depende de las calidades del receptor, de su peso específico. Alvaro Uribe llega a Corferias con densímetro a la mano. Su propósito es sopesar a un futuro gobernante que lealmente le respete a él (sería infamante decir que le obedezca)  y le dé juego para influenciar decisiones desde el congreso, que será su escenario. Meta mínima. La reelección de Juan Manuel Santos le condenaría a competir en la oposición con el senador Robledo. 

Corresponde a los agraciados del momento aplicarse el “Conócete a ti mismo” del templo de Apolo en Delfos. El que salga va a ser medido en la pantalla chica y el ser ungido  abanderado Uribe centrista no confiere carisma. Sería una falta de respeto con el pueblo colombiano pedir que trague entero y elija una marioneta, con o sin el retrato del presidente en los carteles. La lógica de la adelantada escogencia de candidato es tener tiempo de aplicar el galactómetro, no sea que el ya caballero de reluciente armadura resulte leche aguada y no cuaje. 

De la convención saldrá quizá una propuesta, no todavía un adalid. A los implorantes de estos días, no les queda sino sentarse en sus bancas y, como en el teatro de absurdo, esperar a Godot, por si llega.

rsegovia@axesat.com

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