Columna


Esta pesadilla: la historia (3)

ROBERTO BURGOS CANTOR

22 de julio de 2017 12:00 AM

El molino del tiempo, indetenible, tritura los días. El archivo de la memoria acumula sin clasificar el desperdicio de actos, vivencias, incertidumbres diluidas y las esperas vacías. El aullido del mar, los encantamientos de la dulzaina del viento, se escapaban de los sueños. Los adioses de los buques arrojaban el deshilachado rumor de un funeral inconcluso.

Esa sombra que precedía la ruta hacía la juventud, revuelto de esperanza, adiós a los padres, enigmas del destino, pareció abrirse a un mundo vasto donde surgían posibles renovaciones, el futuro sacudiendo el presente de imposibilidades.

Después la pragmática de la dominación apretó sus tenazas. El gesto romántico, atolondrado, se ahogó. Asfixia total con bonzos en las calles de Praga, en las murallas de Cartagena de Indias. Cruel desmonte del porvenir posible. Muertes, cárcel. Fracturas entre compañeros y camaradas. El rostro de la intolerante autoridad contagiaba todo.

Un saldo de desdichado fracaso impregnó a mi generación, cuando no un cinismo impenetrable. Caminos cerrados devolvieron a algunos a la exploración interior. El ámbito abandonado de lo colectivo.

Duelos íntimos apretaban los sentimientos. Jaime Arenas muerto a tiros. Y lo peor: los tiros como razón explícita, inapelable. Amarrada la palabra, apenas con la libertad condicional de repetir las letanías de su catecismo elemental, fue sustituida por el fragor de los rifles. A Jesús Antonio Bejarano De Ávila, inolvidable Chucho, lo mataron en la universidad donde dictaba clases.

Por estos tiempos nublados, intelectuales independientes iniciaron un esfuerzo teórico cuyo balance está por hacerse. No sólo en Colombia. Pero, se ahondaba un abismo entre el imperio de los fusiles y los estudiosos de lo sinuoso y complejo de una sociedad inconclusa y deforme. Razonable o no, los que hicieron sus trincheras en el monte creyeron más fácil y eficiente la guerra que plantear un proyecto educativo para ese sufrido, desarticulado, y en parte corrompida aglomeración que llaman pueblo. A lo mejor agotado el sueño la imaginación se pudre.

Al lado de los análisis rigurosos, unas aventuras artísticas empujaban entre la modernidad y desentrañar una realidad enmascarada.

Exilios y desencantos, alegrías repentinas, sobreaguaban a la época. Y un día aciago, noviembre de cenizas, otra tragedia: en la Plaza de los poderes, la Iglesia, el

Ejecutivo, la Autoridad municipal, el Congreso, el Palacio de Justicia, un repentino campo de batalla. ¿Qué ocurría?
*Escritor

 

BAÚL DE MAGO
reburgosc@gmail.com

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