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MIGUEL YANCES PEÑA

24 de junio de 2013 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

24 de junio de 2013 12:00 AM

En una columna titulada “Cayó en la Trampa” me referí al proceso de paz en los siguientes términos: “…;al escuchar los discursos de Iván Márquez y Humberto De Lacalle en Oslo, se percibe que no coinciden los objetivos de las partes, que creíamos eran lograr la Paz como genuinamente lo desea el gobierno, pero no la guerrilla. Es obvio que estos quieren cambiar en la mesa de diálogo –es decir con la amenaza de no dejar las armas, y uno que otro atentado- el modelo de desarrollo capitalista por uno comunista, inspirado ya no en Rusia y en China, como se confrontaba por diferente vertientes de revolucionarios en la U, y en el monte hace más de 40 años, sino por uno tipo Chávez.”
Y ya saltó la liebre. Ni siquiera aspiran tomarse el poder por las vías establecidas legalmente dentro del marco democrático (tienen dinero y son populistas, dos atributos que les aligera el camino), sino cambiar el modelo mediante una constituyente que lograrían acordar en la mesa de diálogo, y que ellos aspirarían dominar.
Afortunadamente Humberto De La Calle, exministro del gobierno de Gaviria, vice presidente del gobierno de Samper, y jefe de la comisión negociadora del gobierno, nos brindó la confianza que muchos colombianos no teníamos, con un diplomático pero contundente rechazo: “…;ni es este el mecanismo óptimo, ni el más práctico, es más gravoso que otras herramientas y no produce los efectos que se le atribuyen.” dijo.
“El Acuerdo de La Habana –continuó- prevé con gran acierto que lo que se suscriba entre las partes tiene que ser refrendado por los ciudadanos. Este es un elemento angular de todo el diseño de las conversaciones. Así, mientras las discusiones son reservadas, en su momento es la ciudadanía la que debe dar la última palabra, tras un periodo de amplia difusión y un debate abierto a todos.
Pero una Constituyente, más que un mecanismo de refrendación, es un escenario de nueva deliberación. No es el punto final del diálogo, es por el contrario un nuevo comienzo del mismo. En vez de aprobar lo convenido, abre las puertas a la revisión y hasta a la negación de lo pactado. (…;) esto no es el nacimiento de una nueva república.” concluyó.
El resto de argumentos del Jefe Negociador son bastante frágiles, puesto que se basan en la normatividad existente, cuando nuestra percepción es que si el gobierno simplemente les dice NO a esa posibilidad, sin más argumentos, intentarán llegar al poder por las vías democráticas, y una vez conseguido, adiós a nuestra Constitución, y adiós a nuestras libertades.
Hay que andarse con mucho cuidado; es un derecho legítimo de nuestros gobernantes garantizar el sistema de desarrollo que hemos adoptado. Igual aplica para el sistema comunistas: donde existe, trataran de preservarlo, y donde no, de imponerlo.

*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe

movilyances@gmail.com

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