Columna


¡Estamos jodidos!

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

18 de mayo de 2014 12:02 AM

Uno está jodido cuando se siente impotente y utilizado; cuando no te toman en serio y otros deciden tu vida; cuando nos dejan sin capacidad de reacción; cuando nos impiden pensar porque pensar es un peligro; cuando no podemos tomar las riendas de nuestra vida ni mucho menos podemos hacer control democrático de un gobierno porque nos gritan; cuando no nos rinden cuentas públicamente como si uno no supiera que cuando le roban al Estado nos roban a cada uno.

Pero uno está doblemente jodido cuando se ha acostumbrado a vivir en este tipo de relacionamientos determinados por el avispamiento y el aprovechamiento de los sin escrúpulos que hacen de la democracia la promiscuidad mercantil de la política. Me refiero a las mafias enquistadas en los juegos de poder.

Cada día es más constatable entre nosotros que el bien es sumamente frágil. Y lo es mucho más si se trata del bien común de la nación. Pero nuestra tarea es vencer el mal a fuerza de bien. Vincular la orientación del voto bien informado, transparente y responsable y además distante de las ambiciones clientelistas, no es tarea fácil. Es un sacrificio tan legítimo como agónico, me dijo un profesor de humanidades, argumentando que las voces que pretenden el rescate de la democracia profunda y deliberativa son un referente residual. 

En estas elecciones presidenciales lo primero que constatamos es lo vergonzoso de las campañas, la escasez de contenidos y la multiplicación de las ofensas. Irrespetemos, es la palabra de orden. A todo lo anterior se le suma el “despiporre” y flaco servicio de los medios de comunicación a la democracia. Ni informan ni forman a la opinión pública, se distancian de la obediencia debida a la verdad y poco les importa la utilidad social de lo que cubren. Hay tanto que decir, como tanto que callar. ¡Que reine el morbo!

En esta democracia enferma se valora más tener la posibilidad de poder expulsar un mal gobierno que la perentoriedad de elegir uno bueno; nos ponemos de acuerdo sobre lo que no queremos antes de realizar propuestas y conseguir objetivos; se determina el mal -en el extremo hipotético de consentir desvelarlo-, pero se sospecha de quien intenta ofrecer el bien y caminar hacia él. Ni se aspira a él, ni se procura el ideal.

La sensatez tiene como idea matriz unir la ética y la política, lo cual siempre es despreciado por la voluntad de poder. El deber ser de la moral no juega contra el gobernante. Abandonar la moral es ir a la ruina. No es ingenuidad socrática guiarse por el bien y por la defensa de la vida. La esperanza de Colombia, fuerza dinámica hacia el futuro, la anima el buen consejo del papa emérito Benedicto XVI al cual apelo: “Hagan la síntesis entre realismo político e idealismo moral”.

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