Columna


Estatuas parlantes

CRISTO GARCÍA TAPIA

05 de diciembre de 2013 12:02 AM

Cuanto sí debe extrañar a los colombianos, es que sus estatuas parlantes con titulo de ex presidentes, decidan, en rapto de lucidez y humildad ejemplarizante, quedarse calladas, mudas, imperturbables, silentes.

Y por breves instantes, no pretendemos más, de esa larga y promisoria vida que los acompaña en la penosa travesía de haber servido desinteresados a una patria que sin su providencial concurso, suelen pensar y creer, apenas si habría sobrevivido a los vejámenes y humillaciones de quienes en algún momento osaron disputarles la predestinada gracia del poder.

Locuaces y exaltados, siguen mandando y usurpando vastas extensiones de aquel, aunque digan que no. O participando en los negocios del Estado, o sus vástagos. O conformando, sin quererlo dicen, ejércitos con cargo a las arcas públicas para su seguridad personal, familiar y patrimonial. O disponiendo, por derecho sobreviniente, de espacios y frecuencias de televisión para mantener vigente el poder devenido en imagen.

Quizá sea esa la razón, entre otras de peso y gravedad, por la cual nuestros ex presidentes no pueden, ni deben, callar un solo instante de sus largas vidas en ejercicio vitalicio de funciones presidenciales en la sombra, en la luz, en la noche, en el día, en cualquier tiempo y en cualquiera estación.

Nada ni nadie les impide ejercer, con mando y jurisdicción, esa función de perpetuo y sacrosanto dominio de lo público en todas las instancias y circunstancias.

Por eso no pueden callarse y porque esa farsa hace parte de la trama del poder. De la vigencia efectiva del que cada uno de los ex presidentes colombianos ostenta y ejerce sin límite de periodo ni sujeción a norma alguna, legal o ética, a la cual deba someterse en su ejercicio.

Y porque, aunque parezca de historieta, es la única manera de saber cuánto de lánguida, afrentosa y precaria, tiene la historia que esta clase ha protagonizado y conducido. Y usufructuado sin recato en menoscabo de la identidad y el perfil de una nación narcotizada por la comedia de estos actores reales.

De no ser por el sainete de los ex presidentes acusándose de quien de tal o cual de ellos recibió millones más millones menos del narcotráfico para ser presidente, nunca hubiésemos alcanzado a saber de buena tinta los colombianos, como ahora se sabe, que desde los años 70 del siglo pasado ha sido esa la constante.

Y el narcotráfico, singular y decisivo protagonista de la historia política de Colombia.

Así las cosas, cuanto hay que pedirles a las estatuas locuaces, es que sigan diciendo, contando, sacándose al sol los trapos sucios de esa historia afrentosa que han protagonizado, conducido y registrado como la historia de este país.

¡Que siga la comedia!

*Poeta

elversionista@yahoo.es

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS