Columna


Existencialismo y hedonismo

JAIME HERNÁNDEZ AMÍN

20 de mayo de 2017 12:00 AM

La filosofía se vuelve cada vez más útil para entender los fenómenos sociales. Si en algo coincidimos todos los seres humanos, es en la búsqueda del sentido de la vida en un universo que poco sentido tiene. Este impulso natural nos lleva a crear versiones de la realidad que se ajusten a nuestra lógica existencial, y mientras unos encuentran su propósito en la religión o el deporte, otros lo hacen en el narcotráfico o la corrupción. Dentro de la filosofía está la rama de los existencialistas, que si bien afirman que cualquier actividad que hagas puede llenar tu vida de sentido, al mismo tiempo, ninguna realmente tiene sentido más que el que la persona le da.
Alrededor de 1950 emerge un nuevo mundo en relativa paz con estados nación consolidados y economías emergentes. La población mundial empieza a crecer como nunca antes a la cantidad que conocemos hoy, superando el crecimiento económico e institucional y dejando un mar de personas con un mínimo de oportunidades.

Es aquí donde surge el existencialista Sartre. Superando el debate del esencialismo aristotélico donde se manifiesta que todos nacemos con una esencia y el propósito es encontrarla, Sartre redefine el existencialismo estableciendo que primero existimos y luego escogemos qué queremos ser. Esta visión se robustece al coincidir en principio con los últimos hallazgos en neurociencia que prueban cómo el cerebro toma decisiones dentro de un entorno con opciones limitadas; el principio de decidir (existir) para luego ser, es el mismo.

Este inmenso poder de escoger quien queremos ser nos llena de terror, terror a la culpa por fracasar al decidir tu destino. Es de esto que hablaba Shakespeare en Hamlet cuando debatía entre “ser o no ser”; en la vida todos cargamos pesos, algunos muy pesados para soportar, y se llega a la última decisión personal, la de ser y sobreponer ciegamente los obstáculos de la vida, o no ser y rendirse a los injustos planes del destino.

En este proceso de encontrar sentido con la siempre presente conciencia de la mortalidad, la falta de oportunidades lleva a muchos a encontrar sentido en el hedonismo; llenar el espacio entre el principio y el final con momentos de placer. Albert Camus, aunque existencialista, tenía una visión más hedonista al decir que si un hombre es condenado a rodar una piedra a la cima de una montaña para que descienda y repetir todo eternamente, lo mejor que puede hacer es sonreír y encontrar el placer en lo inevitable.

A esto Sartre contesta que no se puede encontrar sentido por mero placer, es mejor crear un propósito que saque lo mejor de ti y de esos que te rodean, con los sacrificios que eso implica. Este es el mensaje que les quiero dejar, en un mundo donde todos batallamos por encontrar sentido, tiene sentido dar más oportunidades a esos tantos que la vida les ha brindado una mala baraja de opciones existenciales. Ayudar a otros a “ser”.

jaime.hernandez@sciencespo.fr

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