Columna


Farsa en el teatro

ALBERTO ABELLO VIVES

22 de agosto de 2015 12:00 AM

¿Es el Teatro Adolfo Mejía un espacio cultural de primer orden de la ciudad? Si la respuesta fuera afirmativa, se esperaría que estuviera administrado, al menos, por manos profesionales, con formación, conocimiento y experiencia en la cultura. Casi siempre quienes dirigen un teatro son administradores culturales de trayectoria con gran conocimiento y sensibilidad artística. Pero en Cartagena eso no ocurre, a pesar de que la tarifa de alquiler por dos horas es de más de siete millones de pesos.

La siguiente información ha sido obtenida de la respuesta que el IPCC hizo a 49 derechos de petición sobre el funcionamiento del teatro: al diligenciar el Formato Único de Hoja de Vida la directora informa que obtuvo grado de bachillerato en el mes 11 del año 1974. En su hoja de vida no existen anexos diplomas o actas de pregrado y mucho menos de posgrado. Hay un diploma de un centro de estudios universitarios de una universidad en Madrid, cuyo nombre no se lee, que certifica que asistió a un “Curso Superior en Diplomados en Relaciones Públicas”, de ninguna manera una carrera profesional, fechado el 8 de julio de 1976, año y medio después del fin del bachillerato. Pero en una renovación de su contrato, en el mismo formulario escribe que cursó 8 semestres académicos de relaciones públicas en modalidad universitaria y obtuvo grado ese 8 de julio de 1976. Aquí las cuentas no cuadran.

Un espacio cultural y un club social son distintos, cumplen funciones diferentes y requieren distinto personal para administrarlos. Sorprende, como se puede constatar, que en nuestro caso la palabra cultura solo llega a la hoja de vida de la directora cuando firma contrato con el IPCC. Certifica experiencia en asesorías en protocolo y etiqueta a entidades públicas, algunas con reconocimiento de la Policía y la Casa Militar de la Presidencia. Dijo haber ocupado durante 12 años la gerencia administrativa en el Club Cartagena (del 16 de febrero de 1987 al 11 de septiembre de 1998); sin embargo para renovar el contrato el cargo fue cambiado por jefe de cartera. Sorprende, también, su experiencia dictando cursos de etiqueta y glamour para secretarias en los que trata temas como lenguaje facial y corporal, maquillaje, peinado y modales. Por eso no sorprende la gestión de un seminario Recamier y una cena de Dior y que parte de su tiempo lo dedique a gestionar bodas y grados o esos lunes de teatro informales y mediocres.

No cabe duda: está puesta en escena una farsa en el teatro. Es un subgénero del drama en el que los protagonistas son simples caricaturas cargadas de mucho cinismo. Una farsa con publirreportaje incluido.
 

 

albertoabellovives@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS