Columna


Fervor patriótico

HÉCTOR HERNÁNDEZ AYAZO

29 de junio de 2014 12:02 AM

Pocas veces se palpa tanto patriotismo como el que despierta la selección de fútbol. Las gentes están ávidas de conocer el mínimo detalle diario de nuestros jugadores y de su cuerpo técnico. Hasta los profanos en el deporte formulan pronósticos, opinan con ardentía sobre los partidos, juzgan el comportamiento de árbitros y técnicos, y cada cual quiere asumir el papel de determinador de estrategias, seleccionador de los jugadores en cada justa y señalar quiénes de ellos deben ser sustituidos y cuándo.

Así las gentes se abstraen de la doliente realidad del mundo para sumergirse en la pasión por el triunfo de los colores patrios, como si el éxito deportivo aparejara un exitoso cambio en las vidas de todos.

Ese espontáneo y fervoroso movimiento de preocupación por la suerte deportiva de Colombia invita a preguntarse cuánto se transformaría el país, la región y cada localidad si sus habitantes tomaran en serio la gestión pública y con igual pasión y dedicación examinaran la acción de sus gobernantes, siguieran el detalle de sus pasos, discutieran sus decisiones, criticaran sin pausa sus malas andaduras y exigieran alineaciones administrativas eficientes, honestas y entregadas al servicio común.

¿Qué tal que los habitantes de Cartagena se preguntaran por el detalle del manejo de su presupuesto y de ese cuantioso empréstito de doscientos cincuenta mil millones de pesos que hasta ahora parece vaporoso y justificado sin serios estudios de prioridades? ¿Qué tal que también fuera preocupación colectiva diaria la limpieza moral de un distrito carcomido por la corrupción? ¿Cuánto transformaríamos si existiera igual preocupación por lo que ocurre en los Corvivienda, Dadis y Edurbe, por revisar la intimidad de contraloría y personería y, en general, de toda nuestra desvencijada administración?

Cuando menos recuperaríamos dignidad, haríamos conciencia de la urgencia de relevar a la dirigencia política actual y exudaríamos indignación en todas partes, así como el fútbol lleva a aplaudir en medio de gritos goles y buenas jugadas y a lamentar errores.

Lástima enorme que ese patriotismo exaltado se circunscriba al deporte y no lo traslademos, siquiera en buena medida, a la lucha por las mejores condiciones de existencia. Grandes masas, conscientes de sus derechos y bien informadas sobre las causas de su situación, tienen el poder suficiente para con su opinión y voto cambiar el estado de cosas y obligar a los saltos de progreso y buena administración que requerimos.

Se acabará el fútbol y languidecerá el patriotismo, como si lograr excelente y honrada gestión gubernamental no fuera el partido más importante de cada comarca y de cada poblado.

 

h.hernandez@hernandezypereira.com
 

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