Columna


FICCI en nuestras vidas

ALBERTO ABELLO VIVES

05 de marzo de 2016 12:00 AM

La Declaración Universal de los Derechos Humanos expresa que toda persona “tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”. Los llamados derechos culturales fueron promulgados por la comunidad internacional, precisamente para garantizar el acceso y el disfrute de la cultura por parte de la población. Y cuando el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias –FICCI- llega a los 56 años de edad, que son toda una vida, hay que reconocer su infatigable labor por contribuir al ejercicio de ellos. Se merece entonces la más grande de las estatuillas de la India Catalina.

El festival es una línea fuerte en la huella cultural indeleble de esta ciudad que es hoy, gracias a él, más que histórica y heroica. Hace parte del sentir de una urbe que palpita en un mundo globalizado y del pensar en una sociedad más democrática, menos atada a falsos pasados. Está en el guión de la película que proyecta su futuro, cuando se preocupa del acceso de toda su población en condiciones de igualdad y no discriminación.

Acaso, ¿se podría pensar a la Cartagena de hoy sin su Festival de cine? El Festival envejece como nuestras vidas, enriquecidas gracias a él. El festival se renueva, como las nuevas generaciones que lo habitan. En esta edición 56 es posible volver a encontrar a los de ayer, a los de hoy, a los de mañana y a los de siempre.

Del FICCI bien vale aprender lecciones, pues su historia dice mucho de lo que es la gestión de la cultura en un contexto de incomprensiones sobre aquellos derechos humanos por parte de gobiernos y empresas locales. Este festival no es flor de un día; el aroma de las rosas que hoy nos embriaga no hace olvidar el dolor de su largo tallo de espinas. Los aplausos que hoy recibe son insomnios de ayer, cuando don Víctor y sus tantos colaboradores perdían el sueño noche tras noche sin saber si el festival tendría un nuevo amanecer. También vale que este festival aprenda lecciones de otros festivales, como el asunto de la boletería, para mejorar aquello del acceso y el disfrute.

Es de esperarse que quienes recién llegan a él piensen también en los derechos culturales, en la memoria urbana y en lo que la ciudad clama; que recuerden que los grandes protagonistas son los cineastas. Que no se rompa la gratuidad y que las genialidades de los patrocinadores no se la pongan difícil a su público. Pues el FICCI es parte de nuestras vidas; cómo el oxígeno nos ayuda a vivir. Sin él, las cosas en esta Cartagena serían más difíciles. 

Qué lástima que el próximo lunes finalice y tengamos que esperar otro año para la nueva edición. Cuando sepamos los ganadores y se haya corrido el telón, podremos decir otra vez: ¡Bravo FICCI!

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