Columna


Fieles de papel

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

22 de mayo de 2013 12:00 AM

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

22 de mayo de 2013 12:00 AM

Mientras duró la canonización de la madre Laura el Procurador permaneció callado en los reclinatorios de la iglesia. Los ojos cerrados, la mente construyendo una oración oculta llena de planetas y cruces de ceniza.
Luego, cuando acaba la misa, declara ante los medios que nuestro mayor reto es “defender la vida desde el momento de la fecundación”.
Individuos como Alejandro Ordóñez, que anteponen su fanatismo religioso a las libertades de una persona, incurren siempre en la misma contrariedad: transforman el amor al prójimo en una persecución al prójimo. Entonces se olvidan de la filantropía y comienzan a usar todos los medios a su alcance para reprobar la autonomía moral de los que piensan diferente.
Las mujeres no han escapado de este falso santoral de intolerantes: les han saboteado la vida a través de la historia. Cada acto de liberación sexual, cada ejercicio de su autonomía han tenido que llevarlos a cabo en secreto porque en nuestra sociedad aún hay gente que señala con el dedo y castiga como puede este tipo de comportamientos. Y de esta censura social (antes jurídica) se desprende una terrible consecuencia: que los abortos clandestinos sean la tercera causa de mortalidad materna en Colombia.
Todavía existe una gran mayoría que cree que la mujer no tiene derecho a decidir sobre su cuerpo, y dentro de esta, hay una gran cantidad de hombres que no saben lo que es ser mujer. Estas personas no quieren ponerse en los zapatos de las otras, no desean comprender la situación de la adolescente violada o de la madre en riesgo mortal, simplemente buscan imponer a ciegas un dogma religioso o una visión del mundo que tienen por universal. Dicen “la vida es vida desde su fecundación y debe protegerse legalmente” cuando la vida ha dejado de ser un simple concepto biológico para transformarse en uno social que involucra cierto nivel de conciencia que no se desarrolla en la etapa embrionaria. Muchas veces me extraño con la paradoja de que algunos grupos defiendan con fervor la vida de un feto y se olviden de hacerlo con la vida de la mujer.
¿Cuánto cinismo puede haber en el reproche que se le hace a una joven que fue penetrada a la fuerza? ¿Cuánto en afirmar que la vida se abre paso sin amor?
No sé hasta qué punto puede llegar la contradicción de los seres humanos, hasta qué punto la violencia engendra generaciones y las noches sin entrega siembran sobre la casa el árbol quebrado de las genealogías. Lo cierto es que con nuestra incoherencia es cuestión de tiempo para que se cumpla aquel verso de Eliot donde los ciclos celestiales en veinte siglos nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena

@orlandojoseoa

orolaco@hotmail.com

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