Columna


Fiestas de la Independencia

ÓSCAR COLLAZOS

31 de agosto de 2013 12:00 AM

Tuve que vivir en Cartagena para saber que el Concurso Nacional de Belleza y las fiestas de la Independencia eran dos eventos distintos. Gracias a su poder mediático, el segundo aparecía ante los colombianos como un invitado de piedra, popular y oscuro, desenfadado y a veces temido por sus “desórdenes”.
Al vivir ambas experiencias, vi que las fiestas de la Independencia tenían un profundo contenido social y cultural, escamoteado por el desdén discriminatorio de las élites sociales de la ciudad, que desconfiaban incluso de lo sucedido en aquel 11 de noviembre.
Al mezclarse la densidad popular de las fiestas de noviembre con las superficies de seda, encajes, lentejuelas, moda y cosméticos del Concurso Nacional de Belleza, las primeras perdieron parte esencial de su imagen y proyección regional y nacional. Fuera de Cartagena, en el país que seguía las fiestas por televisión, noviembre era el mes de las reinas y no de la independencia de Cartagena de Indias.
Quizá por la buena fe del paternalismo se permitió que el evento popular, conmemorativo de una gran fecha histórica, compartiera escenario con el evento que en un tiempo puso a competir a las beldades blancas y mestizas de nuestros departamentos, por cuyas rendijas se coló durante más de 10 años la mano de los narcotraficantes.
Esa era la fusión que no quería hacerse cuando gestores culturales e intelectuales cartageneros de las universidades se propusieron un proceso de revitalzación de las fiestas de la independencia. Un evento no negaba al otro pero había que diferenciar orígenes y propósitos.
Recuerdo las reflexiones de Jorge García Usta, el acompañamiento del Observatorio del Caribe que dirigía Alberto Abello, los aportes de  la Revista Noventainueve y los estudios de investigadores de la Universidad de Cartagena. En ese empeño, hubo durante 4 años el liderazgo del Instituto de Patrimonio y Cultura (IPCC), dirigido por personas de la cultura y no de la burocracia todera.
Este es el proceso que el alcalde Vélez contradice al subordinar uno de los símbolos de las fiestas al glamour del Concurso Nacional de Belleza. Podría haber dialogado y concertado con quienes sí saben y vienen trabajando en redireccionar unas fiestas que son más que corrinche, harina y buscapiés, pues marcan la identidad popular de Cartagena.
Alguien debió decir al mandatario que revitalizar de las fiestas de la Independencia es algo más esencial que juntar dos desfiles, que no se deben confundir los intereses de un imaginario colectivo (las fiestas) con los igualmente legítimos pero distintos intereses del mercado de la belleza y las industrias que lo financian.
*Escritor

collazos_oscar@yahoo.es

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