Columna


Fiestas: ¿en violencia o en paz?

ÁLVARO E. QUINTANA SALCEDO

09 de noviembre de 2018 12:04 AM

No habían iniciado oficialmente las Fiestas de Independencia cuando las noticias desde los barrios prendían las alarmas en toda la ciudad. Hechos fortuitos de riñas, agresiones e intolerancia; pusieron la trágica cifra de cinco muertes en el ranking del delito y la delincuencia en sólo un fin de semana.

Más allá de estos sucesos, y de la sorpresa que esto causó en los cartageneros, es obligatorio una reflexión profunda: ¿Son las fiestas de la ciudad sinónimo de tragedia y vandalismo?

Es indiscutible que las fiestas tienen que ver con la identidad, la memoria y el bien inmaterial de los pueblos. Más allá de disfraces y comparsas, más allá de jolgorio y maicena; las fiestas son “rituales sociales”. La esencia de las fiestas debe ser la sensibilidad, la lúdica y la pedagogía. Pero lamentablemente estos argumentos pueden derrumbarse poco a poco y sutilmente, si la violencia se impone como expresión que quiebra la estabilidad de la manifestación popular.

El novelista portugués Saramago, decía: “hasta ahora la humanidad ha sido educada para la guerra, nunca para la paz”. Es por eso que factores educacionales han venido moldeando nuestro comportamiento y actitud hacia la violencia en la sociedad.

Nos ha hecho falta aparte de educarnos en letras y números, educar las emociones. No sabemos manejarlas. Las emociones no controladas generarán reacciones que desde lo biológico nos mueven a la violencia. Aparte, está demostrado que el alcohol (generalmente consumido en fiestas), aumenta los niveles de adrenalina, serotonina y testosterona. Este coctel hormonal se convierte en la gasolina que nos envalentona a la reacción. No es tan difícil entonces entender que música, alcohol y gentío puedan combinarse, y gracias a la falta de control emocional que ya tenemos, terminemos en desenlaces fatales.

Es importante que el gobierno local, reoriente la gestión educativa hacia actividades que promuevan en la escuela la educación emocional, impulsando la construcción de una cultura de paz como necesidad apremiante en nuestras comunidades.

La fiesta popular es un instrumento del patrimonio cultural que procura siempre la inclusión, la integración en los campos del ser, hacer y saber; y que reduce las  distancias sociales, las diferencias étnicas y el conflicto en la comunidad. Las fiestas populares de los pueblos deberían ser una herramienta para la construcción de paz y un sinónimo de tragedia, no la gasolina que prende la violencia.

 alvaroquintana@gestores.com

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