Columna


FIFA: menos corrupción, más de lo mismo

RICARDO TROTTI

30 de mayo de 2015 12:00 AM

Alguien tenía que ponerle el cascabel al gato. Después de tantas sospechas, la Justicia de los EUA puso capturó a una gran banda mafiosa que usaba a la FIFA para sus negociados corruptos.

Desde hace 24 años, los mafiosos usaban a la Copa América y su posición en la FIFA, la Concacaf, la Conmebol y asociaciones de países latinos y caribes para robar a mansalva mediante sobornos, chantajes, reventa de entradas y derechos de televisión.

La justicia de EUA, liderada por la fiscal general, Loretta Lynch, junto al FBI y la agencia de impuestos, construyó este caso con 12 años de investigación implacable. Se basa en testimonios de arrepentidos, como Chuck Blazer, ex secretario general de la Concacaf, en un informe sobre irregularidades del fiscal de EUA, Michael García, que Joseph Blatter archivó, en escuchas de reuniones donde se fraguó la Copa América 2016 en EEUU y en el uso de bancos y corporaciones de este país.

La corrupción es “sistémica y desenfrenada”, y el miércoles la fiscal dijo que irán por más. No se quedarán con los siete dirigentes atrapados en Suiza, ni con los 14 encausados y los cinco ejecutivos de mercadeo de Argentina y EEUU, como Alejandro Burzaco de Torneos y Competencias o José Hawilla, del brasileño The Traffic Group, que desde Miami sobornaba directivos y se quedaba con derechos del fútbol.

Los dirigentes, con cargos que no podrían pagar durante sus vidas, calmaban denuncias y sospechas en su contra. Así expulsaron a árbitros que amañaron partidos; sancionaron a agentes y clubes con transacciones ilegales de jugadores; y hacían preparar informes como el de García, que demostró que en las sedes mundialistas de Rusia y Qatar hubo sobornos por cuatro millones de dólares, aunque taparan la evidencia que los incriminara. 

También se beneficiaron al atender la opinión pública en casos menores, como la tecnología para la línea del gol o el mordisco de Suárez. La distracción ayudaba a no hablar de corrupción al revender entradas y construir estadios en Brasil. La “cultura de la corrupción que pudrió el deporte más grande del mundo”, afirmó el director del FBI, James Comey, era una mafia que blanqueaba capitales, hacía fraude, extorsionaba, pedía comisiones y amañaba torneos, como las pasadas copas América (la próxima arrancará en Chile) y la de 2016 en EUA.

Así como con los Wikileaks, con escándalos en cada país, pronto aflorará la corrupción de la FIFA por todas partes. La denuncia de la prensa italiana sobre que varios árbitros favorecieron a Corea en el Mundial del 2002 o las donaciones de la FIFA a la Fundación de Bill y Hillary Clinton, son parte de lo que vendrá.

Y pican dos pelotas: ante tanta podredumbre y corrupción, la Justicia en la FIFA ya no tolerará disfrazar delitos graves como fallas éticas, a lo que Blatter nos acostumbró. La otra pelota es peor: después de la esperanza de cambio ante denuncias, arrestos y corrupción desenmascarada, Blatter fue reelegido, pese a que aparentó desconocer la red de corrupción durante sus 17 años de gestión.

Quizá su contendiente, el príncipe jordano, Ali bin Al Hussein, hubiera sido mejor, o al menos era la posibilidad de que el fútbol volviera a ser deporte y justo.

trottiart@gmail.com

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