Columna


Fototerapia en pediatría

ADOLFO GÓMEZ AGÁMEZ

31 de enero de 2014 12:15 AM

En los niños prevalece una enfermedad de la piel denominada dermatitis atópica, que tiene una marca genética y dentro de los múltiples tratamientos que tenemos, especialmente por el prurito, es la fototerapia, pero ante algunos comentarios tendenciosos de colegas, que probablemente no conocen las bondades de este método terapéutico, he decidido hoy escribir sobre  su historia y el uso de la misma en niños y así destruir ese concepto dañino que se ha sembrado en algunos padres de familia.

Haciendo un poco de historia, la fototerapia, utilizando el sol como fuente de luz terapéutica, fue inicialmente introducida por los antiguos griegos, hace más de 3000 años. Hacia el siglo II antes de Cristo, Herodoto alabó la utilidad de la “helioterapia” para la restauración de la salud. El Cristianismo prohibió la práctica del culto al sol (y terapia), como un paganismo hasta el siglo XVIII en que se redescubrieron los favorables efectos de la “actinoterapia” para el raquitismo. Con el desarrollo de fuentes luminosas artificiales para la fototerapia, Niels Finsen inicia el uso de la lámpara de arco de carbón en el tratamiento de tuberculosis cutánea, por cuyo trabajo recibió el Premio Nobel del 1903.

La fototerapia, en pediatría, alcanzó su auge antes de la introducción de la vitamina D sintética en el tratamiento del raquitismo. Hoy día, pueden existir indicaciones teóricas de fototerapia en el tratamiento de niños raquíticos que son resistentes al uso de la vitamina D.
Cuando los precursores de la vitamina D no pueden realizarse en el hígado, la fototerapia con luz ultravioleta  es el camino para alcanzar la absorción percutánea de la Vitamina D.

El trabajo de Finsen incitó a utilizar las radiaciones ultravioletas para todas las formas de tuberculosis, así como para otras infecciones cutáneas y respiratorias. De hecho, una pequeña cantidad diaria de exposición al sol se ha acreditado como reductora de la incidencia de infecciones comunes en escolares.

Hoy día la representación de salud y del bienestar es un cuerpo bronceado, pero este concepto, desgraciadamente, mantiene el exceso  de la “industria del sol”, que promociona “vacaciones de sol”, salas para bronceo y cosméticos para el auto bronceo.
Aunque la mayoría de los dermatólogos aconsejamos evitar el sol a gran parte de nuestros pacientes, somos unos convencidos que existen individuos, e incluso niños, que pueden beneficiarse de la fototerapia.

Otros descubrimientos han preparado el camino de la moderna fototerapia pediátrica. Las lámparas de vapor de mercurio a baja presión o lámparas germicidas de “cuarzo frío”, se han recomendado desde los años 30 en el tratamiento del acné y piodermitis.

En 1956, una enfermera pediátrica, J. Ward, encontró la sanación de la ictericia neonatal con la exposición a la luz solar y desde entonces la fototerapia nos ha ayudado a evitar la hiperbilirrubinemia del recién nacido y por consiguiente se ha evitado exsanguinotransfusiones. Los años 70 han llevado a la práctica de la medicina el desarrollo del láser y foto quimioterapia con psoralenos orales.

En conclusión,  la fototerapia no es un cuento de brujos, es una realidad científica basada en la evidencia y  recomendada en adultos y niños que padecen ictericia neonatal, dermatitis atópicas, micosis fungoide, vitíligo, psoriasis y otras enfermedades fotosensibles.

***

www.clinicadelapieladolfogomez.com/web/
a_gomezagamez@hotmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS