Columna


“¡Fraude!”

CRISTO GARCÍA TAPIA

20 de marzo de 2014 12:02 AM

El fraude ha sido una constante en la historia electoral de Colombia.

Y si no digo de la política, es porque la política no se encarga de estas artes menores de la trapisonda, la compraventa y el trasteo de votos, la hipoteca burocrática y cuanto señuelo y trampa es dable inventar para falsear y viciar la voluntad, autonomía, independencia y recto criterio del ejercicio del sufragio.

Y si digo que ha sido la constante, es porque la historia así lo dice con sucesos centenarios en una materia en la cual, ¡cuánto me duele!, la Región Caribe, señuelo de Verano de la Rosa, tiene connotados protagonistas de tan infausto como reeditado suceso en los anales electorales.

No más por estas calendas se rememoran cien años de la “hazaña” del conservador Juanito Iguarán y su célebremente triste “Registro de Padilla”, sin el cual Rafael Reyes jamás habría alcanzado ser presidente de Colombia.

Igual que hace un siglo se alteraban los registros electorales y se trasteaban los votos bajo el sigilo de la noche y los candiles, hoy el fraude conlleva el uso de técnicas y artificios deslumbrantes en cuanto a tecnologías, pero sigue cumpliendo el mismo y pervertido fin de falsear, viciar y corromper el sufragio como herramienta insustituible de poder político, autonomía e independencia del individuo en el contexto de la democracia.

Y Juanito Iguarán ya no es solo uno; son tantos como puestos en los cuerpos colegiados están en subasta.

Y la provincia de Padilla, no son sólo los 22 municipios que la integraban y elegían a los delegados que aquel Juanito transformo en 45 electores. Es el país entero, sus departamentos y municipios, multiplicando el fraude por cuantos registros electorales fuesen necesarios para alcanzar la dispensa senatorial o la de representante a la Cámara.

Y los candiles, transformados hoy en potentes reflectores por los prodigios de la ciencia y la tecnología, siguen apagándose justo en el momento del conteo de los votos, en la firma de los registros, que ahora se llaman E-14, en el escrutinio del martes, en la firma del formulario tal, etc.

O esfumándose, sin ser vistos ni dejar rastro, de salones blindados y custodiados por regimientos enteros de policías, testigos electorales y cámaras de seguridad.

“¡Hubo fraude!”, apenas si resulta en la formal exclamación que reafirma la consumación de un acto más de desnaturalización de nuestra democracia en cada elección.

Y eso, por los que ayer eran elegidos o se hacían elegir por el mismo y fementido mecanismo y hoy, desplazados y derrotados por aprendices más audaces en el arte heredado o legado de sus mayores, solo les queda la presumida excusa del fraude como causa de sus derrotas electorales.

*Poeta

elversionista@yahoo.es 

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