Columna


Fútbol bipolar: de Maradona a Sampaoli

RICARDO TROTTI

30 de diciembre de 2017 12:00 AM

No se trata de “un hecho menor”, como dijo Jorge Sampaoli sobre el exabrupto que tuvo contra un agente de tránsito en un control de alcoholemia. Su frase “boludo, cobrás 100 pesos al mes”, desnuda la bipolaridad del fútbol argentino, meneándose entre el talento de sus celebridades y sus imbecilidades extradeportivas.

Es injusto juzgar a todos por la conducta de algunos. José Peckerman no tiene dentro o fuera de la cancha la misma actitud agresiva que Sampaoli. Tampoco Lionel Messi tiene la conducta irascible de Maradona.

La agresividad en el fútbol argentino es parte de una cultura permisiva y generacional. La violencia y las muertes en las tribunas son una cuestión de Estado y no han mermado porque se haya prohibido a las barras bravas entrar en estadios visitantes.

Los extradotados como Maradona, sin quererlo, también incentivaron esa permisividad. La “mano de Dios” y una zurda celestial sirvieron para justificar sus dopajes y adicciones; así como por sus goles de fantasía a Messi y Cristiano Ronaldo se les perdonan sus abultados desfalcos al fisco español, lo que otro mortal debe pagar con años tras las rejas.

La bipolaridad no es solo propiedad del fútbol argentino. El FIFAgate viene desnudando una corrupción global, “sistémica y desenfrenada”, como la calificó una exfiscal estadounidense, que desde hace 25 años y con total impunidad, viene carcomiendo al balón desde adentro.

El cartel mafioso está conformado por dirigentes de asociaciones regionales y ejecutivos de empresas de mercadeo escondidos tras la chapa de la FIFA. Uno de ellos, el arrepentido clave del juicio neoyorquino es el argentino Alejandro Burzaco, ex CEO de la empresa Torneos. Su testimonio fue clave para enviar a prisión a José María Marín, ex presidente de la poderosa Confederación de Fútbol de Brasil y al paraguayo Juan Ángel Napout, ex presidente de la Conmebol.

Su alegato, además, sepultó la poca fama que le quedaba al fallecido Julio Gondona, ex presidente de la AFA, a quien sobornó por 10 años consecutivos. También desencadenó el suicidio del abogado argentino del programa gubernamental Fútbol Para Todos, Jorge Delhon, que se tiró a las vías del tren el mes pasado en Buenos Aires.

La justicia estadounidense demostró la asociación ilícita de un cartel masivo dedicado a lavar dinero, extorsionar y sobornar, arreglar transferencias, “vender” sedes mundialistas como Rusia y Qatar, y cobrar comisiones por la televisación amañada de partidos y la reventa de entradas.

Más allá de la corrupción, para un país lleno de cábalas y supersticiones futboleras, el viejo adagio “el fútbol da revancha” es consuelo esperanzador para Rusia. Sin embargo, Messi, tocado también por el tremendismo de sus orígenes, sabe la sentencia que pesa sobre él y sus compañeros si en julio próximo desperdicia otra final: “tendremos que desaparecer todos de la selección”.

Su alegato, además, sepultó la poca fama que le quedaba al fallecido Julio Gondona, ex presidente de la AFA, a quien sobornó por 10 años consecutivos.

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