Eduardo Galeano en su juventud pintaba caricaturas que firmaba con el seudónimo de Gius, así inició su actividad periodística y literaria en una revista de poca circulación en Montevideo, pero que era acogida en los círculos intelectuales, especialmente en un tertuliadero el “Café Brasilero”, comparable al “Café Tortoni” de Buenos Aires.
En el Tortoni se reunían los intelectuales del puerto: Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Juana Ibarbouru, Arthur Rubinstein y muchos más. El Café fue fundado en 1858, aún existe y conserva esa prosapia propia de los sitios privilegiados para la inteligencia.
La crisis política derivada de las dictaduras del Cono Sur sirvió de elemento catalizador para que Eduardo Galeano se empeñase en escrutar el sino siniestro que afectaba a los países de América Latina desde el descubrimiento de Cristóbal Colón, así como la posterior colonización del imperio español y norteamericano, lo que le permitió configurar un mapa sociológico y político de la América Latina.
Ese fue el caldo de cultivo adecuado para que más tarde proliferaran los regímenes totalitarios que de época en época condicionaron al colectivo a una especie de relación sadomasoquista que aún está latente.
Eduardo Galeano fue un contestatario que a fuerza de ser testigo de los sucesivos regímenes dictatoriales de la región aprehendió y se convirtió en un analista social de la política y las circunstancias sociales negativas de todo Suramérica. Laboratorio que le facilitó pergeñar su obra cumbre en aquellas calendas: “Las venas abiertas de América latina”. Que obviamente resultó ser el prontuario elaborado con sus perspicaces observaciones de los fenómenos políticos y de la desigualdad social.
Naturalmente, a los regímenes de turno no les agradó que ese panorama se pusiera en evidencia. La obra de Galeano impactó la política y la literatura de la América Latina y de Europa, pero al mismo tiempo sirvió de argumento a mandatarios y dictadores de los países señalados para obligarlo a padecer el ostracismo en Argentina, después viajó a Barcelona donde estuvo varios años lo que le permitió continuar su obra literaria con varias publicaciones en una prosa que siempre reflejó su carácter polémico.
Posteriormente, desaparecida la ola dictatorial en su patria y en el entorno regresó a Montevideo, en estos últimos años se consagró a dar conferencias y entrevistas, siempre con el sello de su inteligente manera de ver los fenómenos políticos y sociales del continente. A los 74 años, una enfermedad mortal lo arrancó de su amado Uruguay.
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