Los últimos acontecimientos políticos mundiales me hacen pensar que somos una generación manejada por emociones. Cuando hablo de emociones no me refiero a la alegría, rabia, tristeza o miedo; es otra forma de emoción, que generalmente no percibimos.
Antoine Bechara, un especialista en las emociones, profesor de posgrado de La Universidad de California del Sur (USC) dice en uno de sus artículos que “la emoción no siempre ayuda a la toma de decisiones: muchas veces las emociones pueden ser perturbadoras. Una mala noticia en el momento de ponderar una opción u otra, puede influir de manera negativa en el resultado”. “La emoción útil para tomar decisiones es esa suerte de intuición que uno tiene cuando emprende una decisión incierta.”
Un sinnúmero de campañas con grandes estrategas (especializados en “vender”), se dedican a estudiar e identificar lo que las personas quieren escuchar, para luego construir cientos de piezas publicitarias que dicen de la mejor manera lo que el pueblo reclama.
Conocer de fondo el público, sus temores y anhelos es útil para remover sentimientos y ganar una contienda, aun cuando muchas veces se aparte de ideologías, principios y valores.
A cambio de las acciones concretas, escuchamos fabulosos discursos; grande acuerdos que generan ilusión y esperanza; campañas atípicas; resultados polémicos; países simétricamente divididos; promesas e ideas bastante populares.
Es el panorama de nuestra política mundial.
Hubo elecciones presidenciales de EE. UU. con resultados de votos populares 47,9% contra 47,2%, contra todos los pronósticos. Y el pasado 2 de octubre los colombianos votamos el plebiscito para refrendar el proceso de paz. La votación apretada del 50,23% contra el 49,76 asombró a todos los colombianos que seguían de cerca el proceso.
Son solo un par de ejemplos que nos emiten un grito de desconcierto, incertidumbre y ansiedad ante este choque de trenes entre realidad y deseo.
Pero ¿qué hacemos para apartarnos de eso que sentimos? ¿Cómo hacemos un análisis serio y juicioso de lo que necesitamos vs lo que queremos y así ser responsables con cada decisión que tomemos? ¿Cómo logramos la emoción útil de la que habla Bechara?
Leer más que prensa manipulada, ser críticos, estudiar e interesarnos en buscar la verdad, serán por ahora nuestras mejores armas, para dejar de jugar al mejor estilo veneciano, en un carnaval de máscaras donde al final de la fiesta todo seguirá igual.
Un llamado al equilibrio y razón. ¡Es el tiempo de la buenas decisiones! Escojamos, opinemos y critiquemos para construir juntos la ciudad que necesitamos.
protocoloconcejodecartagena@gmail.com
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