Columna


G.G.M.

EDMUNDO LÓPEZ GÓMEZ

22 de abril de 2014 12:02 AM

Cuando nos leyó su primer cuento, La tercera Resignación, a los ex alumnos del Liceo Nacional de Zipaquirá que habíamos formado un grupo literario en la casa-pensión de Ilba Ramírez, en la calle 15 No. 10-96 de Bogotá, le dije a Gabito, con el entusiasmo del amigo que ya lo admiraba intelectualmente, que siguiera escribiendo cuentos porque hasta ese momento sólo había escrito poemitas de Piedra y Cielo en el Liceo Nacional, y, para convencerlo, se lo expresé con las siguientes palabras:

“Es que Gabito, tu imaginación ya no cabe en un verso”, frase premonitoria porque fue ese atributo el que le sirvió, finalmente, para convertirse en uno de los más grandes escritores que ha tenido el mundo en todos los tiempos.

Volviendo al cuento que nos había leído, fui el encargado de llevarlo a El Espectador en sobre cerrado, con destino a Eduardo Zalamea Borda, director entonces de Páginas Dominicales del mencionado diario capitalino. (Yo le había dicho a Gabito que para que se publicara el cuento no necesitaba padrinos de prosapia).  “Verás que Zalamea te lo publica”, le dije, hecho que ciertamente ocurrió un mes después, acontecimiento que celebramos con abundante aguardiente de palito, en la tienda de la esquina de la pensión, con los amigos del grupo literario.

He querido, con estas referencias, demostrar de alguna manera que la época de Zipaquirá y de Bogotá de los años 40 del siglo pasado fue la de su alumbramiento literario. Fue en ese período en el cual escribió sus mejores cuentos y leyó los libros que más influyeron en su estilo y en su concepción literaria: los libros de Kafka, de Joyce y de Faulkner; libros que no existían en la biblioteca del Liceo, pero que se los había suministrado -como hizo con el resto de sus amigos que vivíamos en la pensión de Ilba Ramírez-, el estudiante de medicina Manuel Domingo Vega, (el doctor Vega, como le decíamos), oriundo de Sucre (Sucre) y muy amigo de los padres de Gabito que vivían entonces en aquella población. 

Téngase entonces por verdadero que el gran proveedor de libros de Gabito, en la época de sus iniciales lecturas de grandes autores, fue el mencionado doctor Vega, quien por ese hecho debió merecer especial mención por parte de los biógrafos de nuestro Nobel, pero tal vez esa omisión se deba a que GGM no fue especialmente grato con quienes en vida debió serlo, según el diagnóstico de algunos de sus amigos que hemos llorado su muerte.

PD. El ejemplar de La Metamorfosis, de Kafka, que leyó Gabito, fue  exhibido por mí –porque me pertenecía-, en la Biblioteca Nacional, en acto organizado por Jaime García, el hermano de Gabito. Hoy hace parte de la biblioteca del gabitólogo vallenato, Gustavo Ramírez.
*Ex congresista, ex ministro, ex embajador.


edmundolopezg@hotmail.com
 

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