El país debe estar alerta para evitar que los extremismos de derecha e izquierda se tomen el escenario de las elecciones presidenciales de 2018. Los anuncios de algunos sectores de derecha que dicen estar dispuestos a desconocer el acuerdo de paz si acceden al poder, y las frases altisonantes de movimientos de izquierda en contra del modelo económico y la propiedad privada sin función social, indican que nos aproximamos a una campaña de alta polarización: una en la que pueden predominar la propaganda negra y los anuncios estridentes que exaltan los ánimos y deforman la verdad, al tiempo que anulan la deliberación democrática y el debate reflexivo en torno a los problemas de la Nación.
Se avecina un debate electoral caracterizado por la simplificación de la realidad, que hará énfasis en mentiras y verdades a medias, un ejercicio político que tiende a hacer un diagnóstico equivocado de los problemas, y que, por ello, suele proponer soluciones desatinadas. Es posible que actores de cada extremo, con ínfulas de gladiadores a ultranza de sus ideas, lideren estrategias populistas; los de derecha sostendrán que Colombia transita hacia un régimen socialista que desconocerá la propiedad privada, y los de izquierda atacarán el statu quo y exacerbarán la lucha de clases para derivar réditos de la inequidad social.
Sin distingo de ideologías, los populistas son pirómanos que apuntan a encender y manipular emociones, al tiempo que minan y socavan el orden institucional, pues no les interesa nada distinto que conservar poder y generar admiración por su personalidad caudillista. Los de derecha marchan robustecidos por el populismo que eligió a Trump, produjo el ‘Brexit’ y le dio vuelo a Le Pen; proyectado recientemente en Colombia con la negativa político-religiosa al plebiscito por la paz.
Es por eso que el gran reto de la democracia colombiana radica en que surjan candidaturas de centro que con propuestas racionales –sin dogmas populistas- puedan conectarse con las bases sociales para disipar miedos, desactivar emociones malsanas y propender por la prosperidad integral.
La ciudadanía debe premiar a los candidatos que muestren un compromiso con la paz, un entendimiento sobre cómo profundizar el desarrollo en infraestructura y vivienda, favoreciendo a aquellos que tengan ideas novedosas para mejorar la educación, para superar la dependencia del petróleo y los minerales, generando mucha más innovación en ciencia y tecnología.
De lo contrario, seguiremos condenados a un ambiente político pugnaz, a bajos niveles de institucionalidad, y a tasas de crecimiento del 2 y 3%, insuficientes para alcanzar el desarrollo económico y cerrar la brecha de la desigualdad. El giro hacia el centro es lo prudente y necesario en estos tiempos críticos para el país.
*Abogado y Filósofo
jat2183@columbia.edu
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